recordamos Juan Pablo II en los primeros momentos de su Pontificado:
«¡Alabado sea Jesucristo! Queridísimos hermanos y hermanas: Todos estamos apenados todavía por la muerte de nuestro amadísimo Papa Juan Pablo I. Y he aquí que los Eminentísimos Cardenales han designado un nuevo Obispo de Roma. Lo han llamado de un país lejano…, lejano pero muy cercano siempre por la comunión en la fe y tradición cristiana.
He sentido miedo al recibir esta designación, pero lo he hecho con espíritu de obediencia a Nuestro Señor Jesucristo y con confianza plena en su Madre María Santísima. No sé si podré explicarme bien en vuestra… nuestra lengua italiana; si me equivoco, me corregiréis.
Y así me presento a todos vosotros para confesar nuestra fe común, nuestra esperanza y nuestra confianza en la Madre de Cristo y de la Iglesia; y también para comenzar de nuevo el camino de la historia y de la Iglesia, con la ayuda de Dios y con la ayuda de los hombres».
Era el 16 de octubre de 1978… el primer saludo de Juan Pablo II, que el 22 de octubre comenzó solemnemente su ministerio petrino como 263 sucesor del Apóstol Pedro – cuyo pontificado, uno de los más largos de la historia de la Iglesia, duró casi 27 años. Con incansable espíritu misionero, dedicando todas sus energías, movido por la «sollicitudo omnium Ecclesiarum» y por la caridad abierta a toda la humanidad.
Más de 17.600.000 peregrinos participaron en sus 1166 Audiencias Generales. Sin contar las otras audiencias especiales y las ceremonias religiosas – más de 8 millones de peregrinos durante el Gran Jubileo del año 2000 – y los millones de fieles que Juan Pablo II encontró durante las visitas pastorales en Italia y en el resto del mundo. Bajo su guía, la Iglesia se acercó al tercer milenio y celebró el Gran Jubileo del año 2000, según las líneas que indicó en la carta apostólica Tertio millennio adveniente; y se asomó después a la nueva época, recibiendo sus indicaciones en la carta apostólica Novo millennio ineunte, en la que mostraba a los fieles el camino del tiempo futuro.
Durante los saludos a los fieles polacos, el Sumo Pontífice recordó la elección del Cardenal Karol Wojtyla a la Sede de Pedro: “Damos gracias al Señor por todo el bien que se ha hecho en la Iglesia, en el mundo y en los corazones humanos a través de las palabras de Juan Pablo II, sus obras y su santidad”, expresó, y animó a recordar su siempre relevante llamada a “a abrir los corazones a Cristo”.
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