El 12 de diciembre de cada año la Iglesia Católica celebra la Fiesta de Nuestra Señora de Guadalupe. Ese día en 1531, la Virgen María se apareció a un indígena de 57 años llamado Juan Diego.
Juan Diego fue proclamado santo por San Juan Pablo II en 2002.
En uno de sus encuentros, la Virgen María le encargó a San Juan Diego que recogiera en su tilma –una tela muy sencilla– rosas de Castilla que habían florecido en el árido terreno para que se las presentara al primer Obispo de México, Fray Juan de Zumárraga, como prueba de las apariciones.
Cuando Juan Diego desplegó la tilma con las rosas ante el Prelado, apareció impresa la imagen de Nuestra Señora Guadalupe. En los siguientes siete años, más de nueve millones de indígenas se convirtieron al cristianismo.
A continuación cuatro datos realmente asombrosos sobre la imagen de Nuestra Señora de Guadalupe:
1. Tiene cualidades que son imposibles de replicar humanamente
Hecha principalmente de fibras de cactus, una tilma era típicamente de muy baja calidad y tenía una superficie áspera, haciéndola muy difícil de usar, mucho menos pintar sobre ella una imagen que perdurase. Sin embargo, la imagen aún se conserva intacta y los científicos que la han estudiado insisten en que no se usó ninguna técnica previa para adecuar la superficie.
La superficie donde se aprecia a la Virgen de Guadalupe es muy suave, como la seda. La parte en donde no está la imagen sigue siendo áspera y tosca.
Más todavía. Los expertos en fotografía infrarroja que estudiaron la tilma a fines de la década de 1970 determinaron que no había trazos de pincel, sino una imagen que fue plasmada completa al mismo tiempo.
Esto, junto con una calidad iridiscente de cambiar ligeramente de colores dependiendo del ángulo en el que una persona la observa. Además, se determinó que la coloración de la imagen no tiene elementos animales o minerales. Los colorantes sintéticos no existían en 1531.
2. Los escépticos dicen que solo es una pintura, pero la ciencia ha demostrado lo contrario
Una de las primeras cosas que dicen los escépticos es que de alguna forma la imagen tiene que ser una falsificación o un fraude; pero mientra con el paso del tiempo la original mantiene sus colores, las réplicas comienzan a deteriorarse.
Miguel Cabrera, artista del siglo XVIII que hizo tres de las copias más conocidas (para el arzobispo, el Papa y otra para futuras réplicas) escribió una vez sobre la dificultad de recrear la imagen incluso sobre las mejores superficies. Eso es asombroso.
3. La imagen ha mostrado características sorprendentes
Cuando el Dr. Carlos Fernández de Castillo, médico mexicano, examinó la tilma, encontró una flor de cuatro pétalos sobre el vientre de María. Los aztecas llamaban a la flor “Nahui Ollin” y era el símbolo del sol y de la plenitud.
Después de más exámenes, Fernández de Castillo concluyó que las dimensiones del cuerpo de Nuestra Señora en la imagen eran los de una madre por dar a luz pronto. El 12 de diciembre está muy cerca de Navidad.
Finalmente, una de las atribuciones más comunes y descubrimientos reportados es el de los ojos de la Virgen en la imagen.
El Dr. José Aste Tonsmann, un oftalmólogo peruano, estudió los ojos de la imagen de la Virgen con una magnificación de 2.500 veces y fue capaz de identificar hasta 13 individuos en ambos ojos en diferentes proporciones, así como el ojo humano reflejaría una imagen.
Parecía ser una captura del momento exacto en el que Juan Diego desplegó la tilma ante Fray Juan de Zumárraga. Eso es sorprendente.
4. Parece ser prácticamente indestructible
Dos eventos distintos han amenazado la tilma a través de los siglos. Uno de ellos ocurrió en 1785 y el otro en 1921.
En 1785 un trabajador estaba limpiando el recubrimiento de vidrio cuando accidentalmente derramó solvente de ácido nítrico sobre una gran porción de la imagen.
La imagen y el resto de la tilma, que debió haberse corroído casi instantáneamente por el derrame, se auto-restauró con el paso de 30 días, y permanece intacta hasta el día de hoy, con solo unas pequeñas manchas en lugares en donde no está la imagen.
En 1921, un sujeto anticlerical escondió 29 varas de dinamita en un jarrón de rosas y lo puso ante la imagen dentro de la Basílica de Guadalupe.
Cuando la bomba explotó, casi todo, desde el piso y el reclinatorio de mármol voló. La destrucción alcanzó incluso a ventanas a 150 metros de distancia.
Sin embargo la imagen y el vidrio a su alrededor permanecieron intactos. El único daño que ocurrió cerca a la tilma fue en un pesado crucifijo de bronce, que terminó doblado hacia atrás.
Credit: Aciprensa