En la Solemnidad del Bautismo del Señor el Pontífice hace un llamamiento a la comunidad cristiana “para salir a encontrarse con los otros” pero siempre “proponiendo y no imponiendo” y pide que celebremos la fecha de nuestro bautismo.
Mireia Bonilla – Ciudad del Vaticano
Hoy, Solemnidad del Bautismo del Señor y día con el que se cierra el tiempo de la Navidad, el Papa Francisco ha bautizado a algunos niños y ha pedido antes del rezo del Ángelus “oración por ellos y por sus familias”. También ha comentado el Evangelio del día, en el que el Apóstol Mateo describe el diálogo entre Jesús, que pide el bautismo, y Juan el Bautista, que se niega. “Esta decisión de Jesús sorprende al Bautista – dice el Papa – de hecho, el Mesías no necesita ser purificado; Él es quien purifica”.
En ese diálogo, Juan también declara que entre él y Jesús había una distancia abismal, pero – puntualiza Francisco – “el Hijo de Dios vino precisamente para cerrar la distancia entre el hombre y Dios” y si Jesús está del lado de Dios “también está del lado del hombre y une lo que estaba dividido”. Es por ello que el Papa explica entonces que el Mesías pide ser bautizado precisamente “para que se pueda hacer toda justicia”, o en otras palabras “para que se realice el plan del Padre que pasa por el camino de la obediencia filial y la solidaridad con el hombre frágil y pecador”. “Es el camino de la humildad y la total cercanía de Dios a sus hijos”, dice, “requerido también hoy a los discípulos del Señor”.
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Estamos llamados al encuentro con nuestros hermanos
Y en este momento previo a la oración mariana, el Santo Padre también ha aprovechado para hacer un llamamiento a la comunidad cristiana “para salir a encontrarse con los otros” pero siempre – ha especificado el Papa – “proponiendo y no imponiendo”, “dando testimonio” y “compartiendo la vida concreta de las personas”.
Al igual que Jesús, no olvidemos que también nosotros somos Hijos amados del Padre
Por último, el Papa ha recordado que en la fiesta del Bautismo de Jesús “redescubrimos nuestro Bautismo” y al igual que Jesús, “también nosotros nacidos del agua y del Espíritu Santo sabemos que somos hijos amados, objeto de la complacencia de Dios”. Pero tampoco debemos olvidar que somos “hermanos de muchos otros hermanos, invertidos en una gran misión para testificar y anunciar a todos los hombres el amor infinito del Padre”.