Entrevista a Antonio Guterres en vísperas de su visita a la Santa Sede, realizada en colaboración con La Stampa.
Paolo Mastrolilli – Nueva York
Secretario General, Antonio Guterres, usted se reunirá en Roma con el Papa Francisco, que siempre ha sido una voz fuerte en apoyo del multilateralismo y de los esfuerzos humanitarios. A menudo ha dicho que debemos construir puentes en lugar de muros. ¿De qué va a conversar con él y cómo podría contribuir a los objetivos de las Naciones Unidas?
Quería reunirme con el Santo Padre para expresar mi aprecio por su trabajo. Es una voz fuerte sobre la crisis climática, la pobreza y la desigualdad, el multilateralismo, la protección de los refugiados y los migrantes, el desarme y muchas otras cuestiones importantes. A través de su trabajo, el Papa contribuye a la consecución de muchos de nuestros objetivos, incluidos los del desarrollo sostenible, la lucha contra el cambio climático y la promoción de una cultura de paz. Construir puentes es una buena analogía y, mientras hablemos de los temas que acabo de mencionar, espero explorar cómo podemos aumentar nuestra colaboración para hacer precisamente esto: construir puentes para lograr más resultados para las personas que más lo necesitan.
La libertad religiosa está amenazada en todo el mundo: ¿cuáles son los impactos negativos de esta amenaza y cómo debería abordarse?
La libertad de religión es otro tema que espero tratar con el Papa Francisco. Me preocupa profundamente el aumento de la intolerancia, que incluye ataques directos contra las personas basados únicamente en sus creencias o afiliaciones religiosas. Los ataques mortales contra mezquitas en Nueva Zelandia, sinagogas en los Estados Unidos y el bombardeo en Pascua de iglesias en Sri Lanka demuestran la urgencia de actuar para que todos, independientemente de sus creencias religiosas, puedan disfrutar plenamente de sus derechos humanos. La diversidad es una riqueza, no una amenaza. Me rompe el corazón ver cómo un número cada vez mayor de personas son humilladas, acosadas y atacadas públicamente simplemente por su religión o fe. Los judíos han sido asesinados en sinagogas, sus lápidas desfiguradas por esvásticas; los musulmanes están siendo asesinados en mezquitas, sus lugares de culto vandalizados; los cristianos están siendo asesinados durante su oración, sus iglesias quemadas. En los últimos meses, he lanzado dos iniciativas: un plan de acción para apoyar los esfuerzos para salvaguardar los lugares religiosos y defender el derecho a la libertad religiosa; y una estrategia a nivel del sistema de las Naciones Unidas para abordar la cuestión del odio. En colaboración con mi Alto Representante para la Alianza de Civilizaciones, el plan de acción tiene por objeto ayudar a los Estados miembros a garantizar que los fieles puedan observar sus ritos en paz. Las casas de culto en todo el mundo deben ser refugios seguros para la reflexión y la paz, no lugares de derramamiento de sangre y terror. También necesitamos una fuerte inversión en cohesión social para garantizar que las diferentes comunidades sientan que se respeta su identidad, que hagan lo mismo por los demás a cambio y que tengan un interés en la sociedad en su conjunto. La reciente declaración de Su Santidad el Papa Francisco y el Gran Imán de al-Azhar, Profesor Dr. Ahmed Mohamed Ahmed Ahmed el-Tayeb, fue una contribución extremadamente importante a la coexistencia pacífica, el respeto mutuo y el entendimiento entre las diferentes comunidades religiosas del mundo. La educación debe ser un elemento clave de nuestros esfuerzos por combatir la propagación del odio. Tengo la intención de convocar una conferencia sobre la función de la educación para abordar este fenómeno y aumentar la resiliencia frente a él.
Las migraciones globales son una cuestión importante en el Mediterráneo y en todo el mundo. Usted está muy familiarizado con el problema, ya que era el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados. ¿Qué debería hacer la Unión Europea para ayudar a los países de primera línea a abordar la cuestión de la migración?
Mientras hablamos, más de 70 millones de personas están siendo desplazadas, el doble que hace 20 años, y 2,3 millones más que hace un año. Es un número impactante y desgarrador. Los conflictos se han vuelto más complejos y, combinados con tendencias como el cambio climático, el crecimiento demográfico, la rápida urbanización y la inseguridad alimentaria, lamentablemente podemos predecir que el desplazamiento forzado y las necesidades humanitarias seguirán aumentando. El número de personas desplazadas ha crecido más rápido que nuestra capacidad para encontrar soluciones duraderas. El 17 de diciembre, los dirigentes mundiales se reúnen en Ginebra para celebrar el primer Foro Mundial de Refugiados, organizado por la Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados, con el fin de examinar formas de abordar mejor las realidades actuales y prepararse para los retos futuros.
Creo que debemos cumplir las promesas de responsabilidad compartida establecidas en el Pacto Mundial sobre Refugiados. Debemos restablecer la integridad del régimen internacional de protección de los refugiados. Y debemos trabajar juntos para combatir a los traficantes y delincuentes que se enriquecen a costa de las personas vulnerables. Los naufragios mortales no pueden convertirse en la nueva norma. Las soluciones también deben abordar las causas profundas de estos viajes peligrosos. Mientras persistan los conflictos y los problemas de desarrollo, las personas seguirán buscando un futuro más seguro y auspicioso para sí mismas y sus familias. La cooperación y la solidaridad internacionales son esenciales para proporcionar soluciones sostenibles a los hombres, las mujeres y los niños afectados. También necesitamos un compromiso real de compartir la responsabilidad entre los Estados miembros. En este contexto, acojo con satisfacción las nuevas políticas del Gobierno italiano y reitero lo que dije muchas veces en mi anterior calidad de Alto Comisionado para los Refugiados: debe existir una solidaridad europea efectiva con países de primera línea como Italia y Grecia.
En vísperas de la COP25 en Madrid, usted dijo que estamos cerca del “punto de no retorno” en el tema del cambio climático, pero los grandes actores globales como Estados Unidos ni siquiera reconocen la emergencia, y la conferencia terminó sin un acuerdo. ¿Cuál es su plan para superar esta oposición y convencer a todos los países de que hagan más de lo que se acordó en París en 2015?
Seamos claros. Me decepcionan los resultados de la 25ª Conferencia de las Partes que acaba de concluir en Madrid. La comunidad internacional ha perdido una importante oportunidad de afirmar una ambición más firme en materia de mitigación, adaptación y financiación para combatir la crisis climática. Pero no debemos rendirnos, y yo no me rindo. Estoy más decidido que nunca a trabajar para que 2020 sea el año en el que todos los países se comprometan a hacer lo que la ciencia cree que es necesario para lograr la neutralidad de carbono para 2050 y no para aumentar la temperatura en más de 1,5 grados. La crisis climática es una carrera contra el tiempo para la supervivencia de nuestra civilización. Desafortunadamente, es una carrera que estamos perdiendo. Mientras que muchos ya se enfrentan a las terribles consecuencias de la crisis climática, la realidad de un medio ambiente que se está volviendo inhabitable no es todavía obvia para todos. Pero aun podemos revertir la tendencia. Existen soluciones. Tenemos a la ciencia de nuestro lado, tenemos nuevos modelos de cooperación y también un creciente impulso para el cambio. El año que viene debemos proporcionar lo que la comunidad científica ha llamado un deber, una obligación. Todos los países deben comprometerse a reducir las emisiones de gases de efecto invernadero en un 45% para 2030 en comparación con los niveles de 2010, y a alcanzar cero emisiones netas de CO2 para 2050. En este sentido, acojo con satisfacción el compromiso de la Unión Europea con la neutralidad de carbono para 2050 e insto a todos los países a que sigan este ejemplo de acción climática. Por lo tanto, en los cruciales 12 meses venideros, será esencial garantizar compromisos más ambiciosos a nivel nacional, en particular por parte de los principales contaminadores, para empezar a reducir inmediatamente las emisiones de gases de efecto invernadero a un ritmo compatible con el logro de la neutralidad de carbono para 2050.
Tras el abandono del Tratado sobre Fuerzas Nucleares de Rango Intermedio y otras medidas internacionales de control de armamentos, parece que se está gestando una nueva carrera armamentista. ¿Ve usted el riesgo de una nueva carrera armamentista y cómo podría evitarse?
Durante la Guerra Fría se crearon mecanismos para limitar el riesgo de confrontación nuclear y se estableció un marco de desarme. Estos mecanismos funcionaron, lo que dio lugar a una reducción significativa de los arsenales nucleares y a la prevención de la propagación de las armas nucleares. Estoy muy preocupado porque este marco, que es esencial para nuestra seguridad colectiva, está dando pasos atrás. Algunos de los acuerdos muy importantes establecidos durante la Guerra Fría se han erosionado. La dimensión nuclear de las tensiones regionales es cada vez más peligrosa, como podemos ver en el Asia nororiental y en Medio Oriente. Es absolutamente esencial que el desarme nuclear vuelva a ocupar un lugar central en la agenda internacional. También es esencial garantizar que el Tratado de No Proliferación Nuclear mantenga su condición de pilar fundamental del orden mundial. Como indiqué en mi visión del desarme, redoblaré mis esfuerzos para ayudar a los Estados Miembros a volver a una visión y un camino comunes que conduzcan a la eliminación total de las armas nucleares. Los avances tecnológicos también son preocupantes. La creciente frecuencia y gravedad de los ciberataques están socavando la confianza y alentando a los Estados a adoptar posturas ofensivas para el uso hostil del ciberespacio. Temo que los ataques cibernéticos puedan desencadenar nuevos conflictos. Las armas autónomas, que podrían tener el poder de matar sin intervención humana, son políticamente inaceptables y moralmente despreciables. Creo firmemente que deberían prohibirse, pero en este momento no hay consenso en el mundo sobre cómo regular estos nuevos avances tecnológicos. Se trata de un reto que debemos abordar con carácter de urgencia.
Las tensiones entre China y Estados Unidos no se limitan al comercio, muchos analistas temen una Segunda Guerra Fría. ¿Comparte usted esta preocupación y qué podría hacer las Naciones Unidas para evitar una Segunda Guerra Fría?
Por un lado, vemos un mundo cada vez más interconectado con beneficios positivos para millones de personas. Por otro lado, vemos mayores riesgos de fracturas: sociales, políticas, económicas y tecnológicas. También me preocupa la posibilidad de lo que yo llamo “la gran fractura”. Si las dos principales economías del mundo se dividen en sectores como el comercio y la tecnología, por ejemplo, corremos el riesgo de crear dos submundos separados. Cada uno con sus propias normas comerciales y financieras, su propia Internet, su propia estrategia de inteligencia artificial y sus propios desarrollos geoestratégicos y militares. Esto es algo que debemos evitar. Para garantizar la paz y la seguridad, debemos trabajar por un mundo con un único conjunto de normas mundiales que todos acepten y garanticen. Necesitamos un mundo multipolar fuerte con instituciones multilaterales fuertes.
El próximo año se celebrará el 75º aniversario de las Naciones Unidas. Algunos países no pagan sus cuotas en las Naciones Unidas. ¿Cuál es su respuesta a los críticos del multilateralismo?
Las Naciones Unidas se fundaron en 1945 para apoyar la acción colectiva a fin de lograr la paz, el desarrollo y los derechos humanos para todos. Mientras que algunos desafíos persisten, otros, como la crisis climática, están empeorando y surgen nuevos problemas, como la forma en que utilizamos la tecnología como una fuerza para el bien. Conmemoraremos el 75º aniversario de las Naciones Unidas con una serie de conversaciones mundiales. Deseo que las Naciones Unidas escuchen las preocupaciones, aspiraciones e ideas de personas de todos los ámbitos de la vida, de todo el mundo, sobre cómo deberían ser las Naciones Unidas con motivo de nuestro centenario. Esta iniciativa llegará a todos los segmentos de la sociedad -desde las aulas escolares hasta las salas de juntas de las empresas, desde los parlamentos hasta los ayuntamientos- y hará especial hincapié en los jóvenes y en aquellos cuyas voces se ven con demasiada frecuencia marginadas o no se escuchan en los asuntos mundiales. ¿Cómo ven que su mundo evoluciona? ¿Cómo pueden las Naciones Unidas ayudarles mejor a construir el futuro que queremos? Espero que el pueblo italiano se una a esta conversación. Contrariamente a lo que se dice a menudo, necesitamos más solidaridad internacional y más multilateralismo. Debemos trabajar juntos para abordar las cuestiones de la paz y la seguridad, promover el desarrollo sostenible, promover los derechos humanos, reducir las desigualdades y evitar una catástrofe climática. Necesitamos un sistema universal que respete el derecho internacional y que esté organizado en torno a instituciones multilaterales fuertes. Pero este multilateralismo debe adaptarse a los desafíos de hoy y de mañana. Esta visión estará en el centro de la reflexión del próximo año con motivo del 75º aniversario de las Naciones Unidas. Los resultados se presentarán a los dirigentes mundiales en el septuagésimo quinto período de sesiones de la Asamblea General y espero con interés aprovechar los resultados de esta conversación.
¿Cree que el Consejo de Seguridad debería reformarse para representar mejor al mundo y cómo?
Estoy totalmente de acuerdo con Kofi Annan cuando dijo que no habría una reforma completa de las Naciones Unidas sin una reforma del Consejo de Seguridad. Este Consejo sigue reflejando el mundo de 1945. Dicho esto, la Carta de las Naciones Unidas es clara: corresponde a los Estados miembros determinar cómo se va a reformar el Consejo de Seguridad, y espero que lo hagan.
Credit: Vatican News