En el noroeste de Siria, 800 mil personas se encuentran a la intemperie sin refugio. En Alepo, “la temperatura alcanzó a la noche los siete grados bajo cero” asegura el arzobispo de Alepo, Monseñor Jean-Clément Jeanbart, quien ha vendido su auto para ayudar a 500 familias necesitadas
Giada Aquilino – Ciudad del Vaticano
Las guerras, sus consecuencias, la niña fallecida por el frío la semana pasada en los brazos de su padre. El Papa ha vuelto a hacer un apelo por Siria durante su Ángelus de ayer después de conocer la historia de Iman, la pequeña niña de año y medio que sufría bronquitis y murió congelada la semana pasada mientras su padre intentaba llevarla a pie al hospital desde un campo de refugiados en las afueras de Alepo. Una historia que recuerda a la de Alan, otro pequeño refugiado sirio, ahogado en octubre de 2015 frente a la playa en Bodrum, Turquía, mientras intentaba llegar a Europa con su familia. Un drama que no se detiene: en el noroeste de Siria atormentado por el conflicto, según la ONU, unas 800 mil personas huyen en condiciones humanitarias desesperadas, atrapadas por las heladas y, en muchos casos, sin agua potable ni refugio seguro. Se trata de una humanidad a la intemperie, compuesta por un 60% de niños.
Monseñor Jean-Clément Jeanbart, arzobispo de los greco-melquitas de Alepo y visitante apostólico de los melkitas en Europa, está “agradecido” al papa Francisco por su constante atención al sufrimiento de Siria y “por haber hablado de esta niña”. “Hace mucho frío en Siria y en Alepo en particular, en estos meses de enero y febrero. En la ciudad – continua el prelado en Vatican News – en estos días en Roma, la temperatura ha alcanzado siete grados bajo cero por la noche, mientras que durante el día es alrededor de cero o tal vez un poco más. Es un clima difícil, hace dos días salí de Alepo con nieve”.
El prelado además espera que las palabras del Papa Francisco inciten a algunas organizaciones “para que continúen ayudándonos un poco a calentar las casas, para ayudar a las personas a soportar este frío: vendí mi auto – confiesa – para ayudar a 500 familias para tener lo necesario para vivir en este período”. El pensamiento del Papa, continúa el arzobispo griego-melquita de Alepo, “le muestra al mundo que hay un gran drama, un gran sufrimiento en Siria, que involucra a niños y ancianos, porque ellos también necesitan calentarse”.
“La gente – testifica – continúa sufriendo, como ha sufrido en estos nueve años de guerra”. En la parte occidental de Alepo, dice, “el ejército sirio tiene como objetivo reabrir las carreteras, hay combates” y el “problema de la pobreza” persiste. “El dinero sirio – informa – ha perdido el cincuenta por ciento de su valor; esto significa que las personas tienen cincuenta por ciento menos de lo que recibieron para ganarse la vida. Esto crea una pobreza terrible: el dólar que valía 500 libras sirias hace seis meses ahora vale mil, por lo que el salario ya no tiene el mismo valor que antes”.
Con el tiempo, “como realidad diocesana, hemos ayudado mucho a la gente, en Alepo había 22 programas de ayuda humanitaria: ahora, reflexiona Monseñor Jeanbart, debemos hacer todo lo posible para ayudar a las personas a sobrevivir y permanecer en Siria para continuar la vida de una Iglesia que tiene 2000 años de vida”. Los cristianos en el país hoy, incluso si “no tenemos ciertas estadísticas”, son “ciertamente menos de la mitad de lo que solían ser: había más o menos dos millones de cristianos, ahora creo que son menos de un millón”. En Alepo, “había alrededor de 4.500 familias: el año pasado hicimos una especie de censo y reunimos alrededor de 2.300 familias. Sin embargo, nos dimos cuenta de que la participación en las misas, la presencia en las parroquias y la vida de oración es la misma; esto constituye un factor vital para la Iglesia y la realidad cristiana”, agrega.
Por último el prelado recuerda el encuentro que tendrá el Papa Francisco en Bari, al sur de Italia, este domingo 23 de febrero y en el que se reunirán obispos, patriarcas y cardenales procedente de 20 países para reflexionar sobre la paz en el mundo bajo el título: “Mediterráneo, una frontera de paz”. “Espero que los obispos consideren la causa de la Iglesia en Siria como su causa” dice Mons. Jeanbart, pues, después de todo, lo que quieren es simplemente “que llegue la paz” finaliza.
“La medicina contra la dureza del corazón es la memoria”. Francisco en la misa matutina en la Casa Santa Marta nos invita a no olvidar la gracia de la salvación que vuelve al corazón sincero y capaz de misericordia.
Gabriella Ceraso – Ciudad del Vaticano
No tenían pan suficiente los discípulos que subieron a la barca con Jesús y en ellos se surgió la preocupación por la gestión de algo material: “Ellos discutían entre sí, – dice hoy el Evangelio de Marcos (Mc 8,14-21) – porque no habían traído pan”. Jesús se dio cuenta y les dijo: “¿A qué viene esa discusión porque no tienen pan? ¿Todavía no comprenden ni entienden? Ustedes tienen la mente enceguecida. Tienen ojos y no ven, oídos y no oyen. ¿No recuerdan cuántas canastas llenas de sobras recogieron, cuando repartí cinco panes entre cinco mil personas?”
El Papa Francisco se inspira en esta escena del Evangelio para hacer comprender la diferencia que hay entre un “corazón endurecido” como el de los discípulos y un “corazón compasivo” como el del Señor, que expresa su voluntad:
Y la voluntad del Señor es la compasión: “Quiero misericordia y no sacrificio”. Y un corazón sin compasión es un corazón idólatra, es un corazón autosuficiente, que va adelante sostenido por su propio egoísmo, que se vuelve fuerte sólo con ideologías. Pensemos en los cuatro grupos ideológicos de la época de Jesús: los fariseos, los saduceos, los esenios, los zelotes. Cuatro grupos que habían endurecido el corazón para llevar adelante un proyecto que no era el de Dios; no había lugar para el proyecto de Dios, no había lugar para la compasión.
Pero hay una “medicina” contra la dureza del corazón y es la memoria. Por eso en el Evangelio de hoy y en tantos pasajes de la Biblia que el Papa recorre, la llamada al poder salvífico de la memoria vuelve como una especie de “estribillo”, una “gracia” que hay que pedir – dice Francisco – porque “mantiene el corazón abierto y fiel”.
Cuando el corazón se endurece, cuando el corazón se endurece, se olvida… Se olvida la gracia de la salvación, se olvida la gratuidad. El corazón duro lleva a las peleas, lleva a las guerras, lleva al egoísmo, lleva a la destrucción del hermano, porque no hay compasión. Y el mensaje de salvación más grande es que Dios ha tenido compasión de nosotros. Esa frase del Evangelio, cuando Jesús ve a una persona, una situación dolorosa: “tuvo compasión de ellos”. Jesús es la compasión del Padre; Jesús es la bofetada de toda dureza de corazón.
Pedir pues la gracia de tener un corazón “no ideologizado” y por lo tanto endurecido, sino “abierto y compasivo” ante lo que sucede en el mundo – porque – recuerda el Papa – por esto seremos juzgados el Día del Juicio, no por nuestras “ideas” o nuestras “ideologías”. “Porque tuve hambre, y ustedes me dieron de comer; preso, y me vinieron a ver, estuve afligido y me consolaron”, está escrito en el Evangelio y “esto -observa Francisco- es compasión, es la no-dureza de corazón”. Y la humildad, la memoria de nuestras raíces y de nuestra salvación, nos ayudará a mantenerlo así. De aquí la última oración del Papa:
Cada uno de nosotros tiene algo endurecido en el corazón. Hagamos memoria y que sea el Señor quien nos dé un corazón recto y sincero como hemos pedido en la oración colecta, donde habita el Señor. En los corazones duros no puede entrar el Señor; en los corazones ideológicos no puede entrar el Señor. El Señor sólo entra en los corazones que son como su corazón: los corazones compasivos, los corazones que tienen compasión, los corazones abiertos. Que el Señor nos conceda esta gracia.
Credit: Vatican News
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