Si bien puede considerarse como una devoción poco conocida, la Virgen de Fátima y luego también Jesús, pidieron a Sor Lucía realizar y difundir la devoción de los cinco primeros sábados de mes en honor del Inmaculado Corazón de María.
Precisamente, contando desde esta semana, hay cinco primeros sábados hasta que se cumplan 102 años de la última de las apariciones de Fátima el 13 de octubre.
El semanario católico Desde la Fe explicó que esta devoción consiste en que cada primer sábado de mes, durante cinco meses seguidos, se realicen diversos actos de piedad con la intención de reparar los pecados contra el Inmaculado Corazón de María.
En Fátima, Nuestra Señora del Rosario nos reveló que “Jesús quiere establecer en el mundo la devoción a mi Inmaculado Corazón. A quien la abrace le prometo la salvación; y serán amadas de Dios estas almas, como flores puestas por mí para adornar su trono” (2ª aparición, 13.06.1917). Las palabras dichas por la Virgen fueron repetidas al mes siguiente en el contexto del gran Mensaje que contenía el Secreto (en esa oportunidad no dice Jesús, sino Dios)..
Es, pues, el Señor mismo quien desea que se establezca en nosotros y en el mundo entero, en estos últimos tiempos, la devoción al Corazón Inmaculado de María. De esta suerte, podemos estar seguros de que esta singular devoción mariana viene directamente del Cielo: es Voluntad expresa de Dios, emanada de su infinita misericordia.
En sus memorias sor Lucia escribe que en aquella aparición “en la palma de la mano derecha de Nuestra Señora había un corazón rodeado de espinas que lo traspasaba. Entendimos que este era el Inmaculado Corazón de María, ultrajado por los pecados de la humanidad y buscando reparación”. Tras mostrarles la visión del infierno les dijo: “visteis el infierno, a donde van las almas de los pobres pecadores. Para salvarlas, Dios quiere establecer en el mundo la devoción a mi Inmaculado Corazón. Si hacen lo que yo os diga, se salvarán muchas almas y tendrán paz. La guerra terminará, pero si no dejan de ofender a Dios en el reinado de Pío XI comenzara otra peor”. Y prometió: “vendré a pedir la consagración de Rusia a mi Inmaculado Corazón y la comunión reparadora de los primeros sábados. Si atienden mis deseos, Rusia se convertirá y habrá paz; si no, esparcirá sus errores por el mundo, promoviendo guerras y persecuciones de la Iglesia: los buenos serán martirizados; el Santo Padre tendrá que sufrir mucho; varias naciones serán aniquiladas. Al final, mi Inmaculado Corazón triunfará” (13.07.1917).
Hoy, un siglo después, cuando la apostasía se extiende por todo occidente, aún en los países tradicionalmente católicos (España, Francia, Italia) este llamado de la Virgen sigue siendo más urgente que nunca. Se trata de una profecía abierta aún al futuro que advierte de los peligros de la ideología materialista y atea esparcida por Rusia a lo largo del siglo XX, de riesgos de guerras (como la segunda mundial entre 1939 y 1945) y de la Pasión actual de la Iglesia (odio progresivo y persecuciones crecientes en la época con más mártires de la historia).
Sea como fuere, la Virgen cumplió su palabra y se apareció nuevamente a Lucia como había dicho en julio de 1917. Así, ocho años después, cuando ya Jacinta y Francisco habían muerto y ella era postulante en el convento que las Hermanas Doroteas tienen en Pontevedra (España), Nuestra Señora se apareció junto al Niño Jesús, mostrándole al mismo tiempo un Corazón que tenía en la mano, cercado de espinas: Su Corazón Doloroso e Inmaculado.
En primer lugar, habló el Niño: “Ten compasión del Corazón de tu Santísima Madre que está cubierto de espinas que los hombres ingratos continuamente le clavan, sin haber quien haga un acto de reparación para arrancárselas”. Enseguida dijo la Santísima Virgen: “Mira, hija mía, mi Corazón, cercado de espinas que los hombres ingratos me clavan continuamente con blasfemias e ingratitudes. Tú, al menos, procura consolarme y di que todos aquellos que, durante cinco meses, en el Primer sábado se confiesen, reciban la Santa Comunión, recen la tercera parte del Rosario y me hagan 15 minutos de compañía, meditando en los 15 misterios del Rosario, con el fin de desagraviarme, yo prometo asistirles en la hora de la muerte con todas las gracias necesarias para la salvación de sus almas” (10.12.1925).
Más tarde, en 1929, en Tuy (Vigo), Nuestra Madre se apareció de nuevo a Lucia diciéndole que: “Ha llegado el momento en que Dios pide al Santo Padre que haga en unión con todos los Obispos del mundo la consagración de Rusia a mi Inmaculado Corazón prometiendo salvarla por este medio”.
De esta suerte, dos son los medios que nos da el cielo, que nos ofrece Dios por medio de Su Santísima Madre: la consagración de Rusia a Su Inmaculado Corazón y la práctica de la devoción de los Cinco Primeros Sábados seguidos de mes.
Estando ya muy enferma, santa Jacinta le decía a su prima Lucia: “A mí me queda poco tiempo para ir al Cielo, pero tú te vas a quedar aquí abajo para dar a conocer al mundo que nuestro Señor desea que se establezca en el mundo la devoción al Corazón Inmaculado de María. Diles a todos que pidan esta gracia por medio de Ella y que el Corazón de Jesús desea ser venerado juntamente con el Corazón de su Madre. Insísteles en que pidan la paz por medio del Inmaculado Corazón de María, pues el Señor ha puesto en sus manos la paz del mundo”.
Como en Fátima, también en Medjugorje, la Reina de la Paz nos ha hablado muchas veces sobre el Inmaculado Corazón de María, invitándonos a acercarnos confiadamente y a consagrarnos personalmente a Su Corazón Inmaculado. Al hacerlo, a través de esta consagración, nos consagramos y abandonamos a Dios por mediación de María: “Queridos hijos, os invito a consagraros a mi Corazón Inmaculado. Deseo que os consagréis personalmente, como familias y como parroquias, de tal modo que todos vosotros pertenezcáis a Dios a través de mis manos” (25.10.1988). “Consagradme vuestros corazones y yo os guiaré. Os enseñaré a perdonar, a amar al enemigo y a vivir según mi Hijo” (2.02.2013).
En 1983, la Gospa enseñó a Jelena Vasilj dos oraciones de consagración al Sagrado Corazón de Jesús y al Inmaculado Corazón de María, que podemos recitar diariamente. Pero, la devoción y consagración perfecta al Corazón Inmaculado de María es la llamada “Esclavitud de amor” o “Consagración Total de 33 días”. Se trata de una verdadera espiritualidad que consiste en una entrega total a la Virgen, con la entrega de todo lo que somos y tenemos para pertenecer, por medio de Ella, totalmente a Jesucristo. Por la Total Consagración, renovamos nuestras promesas bautismales, y nos decidimos a abandonar definitivamente el pecado y vivir en santidad: nos entregamos totalmente a María para que Ella nos enseñe a cumplir en nuestras vidas la palabra de Su Hijo Nuestro Señor Jesucristo, a vivir -como Ella- en el Reino de la Divina Voluntad. El secreto de esta devoción es explicado maravillosa y definitivamente por san Luís María Grignion de Montfort en su célebre escrito “El Tratado de la Verdadera Devoción a la Santísima Virgen”. Cuanto tenemos, o podamos tener en el futuro, en el orden de la naturaleza, de la gracia y de la gloria, sin reserva alguna, lo entregamos, abandonados a Su amor y cuidado: “Todo se resume en obrar siempre por María, con María, en María y para María, a fin de obrar más perfectamente por Jesucristo, con Jesucristo, en Jesucristo y para Jesucristo” (TVD, 257).
De esta suerte, mientras que en las otras consagraciones marianas solamente nos ponemos bajo la protección de María, por esta Consagración Total uno se entrega por entero a Jesús por María (alma, cuerpo, bienes materiales y bienes espirituales) con todo lo que es y será. Su resumen se encierra en el lema episcopal de san Juan Pablo II, “Totus tuus”: “Soy todo tuyo y cuanto tengo es tuyo, ¡oh mi amable Jesús!, por María, tu Madre Santísima” (TVD, 233).
Este acto de Consagración perfecta, es un acto de total abandono, que nos alcanza una unión íntima con María, para que Ella ejerza en nosotros Su voluntad: su misión de Madre espiritual, de Mediadora de todas las Gracias, Corredentora de la humanidad y Abogada nuestra.
La Gospa, en Medjugorje, desea que nos abandonemos a Ella, que nos consagremos -de este modo- a Su Inmaculado Corazón, a Su amor y solicitud materna: “Hijos míos: consagraos totalmente a mí. Yo tomaré vuestras vidas en mis manos y os enseñaré la paz y el amor, y entonces las entregaré a mi Hijo” (18.03.2012). Ella, como Dios mismo, no se deja ganar en generosidad. Siempre recibimos mucho más de lo que entregamos. Por eso nos asegura: “hijitos, acercaos a mi Corazón Inmaculado y descubriréis a Dios” (25.11.1994), y nos promete: “Yo protejo particularmente a aquellos que se han consagrado a Mí” (31.08.1982).
En Fátima la Virgen profetizó el triunfo de Su Corazón Inmaculado (13.07.1917). En Medjugorje, donde se consumará definitivamente este triunfo (cfr. Mensaje del 25.08.1991), nos dice: “Queridos hijos ayudad a mi Corazón Inmaculado a triunfar en este mundo tan pecador. Yo os imploro a todos vosotros que ofrezcáis oraciones y sacrificios por mis intenciones” (25.09.1991). Es este uno de los aspectos más peculiares de las Apariciones de Medjugorje: la insistencia con que nuestra Mamá nos pide nuestra ayuda, que colaboremos con Ella por medio de la oración (especialmente con el rezo completo y diario del Rosario), del sacrificio y de la penitencia (sobre todo del ayuno semanal de miércoles y viernes a pan y agua) a fin de que, finalmente, Su Corazón Inmaculado triunfe. Últimamente, en las apariciones extraordinarias del día dos de cada mes nos insiste, también, en que recemos por nuestros pastores que han de ser “puentes de salvación” para que este triunfo sea posible (cfr. Mensaje del 2.12.2015).
Es necesario y urgente que nos consagremos (si aún no lo estamos) al Corazón Inmaculado de María (si es posible mediante la Consagración Total de esclavitud mariana) y que vivamos cada día esta consagración como un acto total de amor, abandono y entrega confiada, ofreciendo cuanto somos y hacemos por las intenciones de Nuestra Madre, por Su Plan de Salvación y de Paz, y por el triunfo de Su Inmaculado Corazón.
Nuestros corazones deben abrirse, sin miedo, con plena confianza al amor de Jesús y de María, unirse a Ellos en alianza y esclavitud de amor, renovando cada día nuestra consagración: “Invito a todos los que me habéis dicho “sí”, a renovar la consagración a mi Hijo Jesús, a Su Corazón y a mí, de modo que podamos usaros más eficazmente como instrumentos de paz en este mundo sin paz” (25.04.1992). Abramos, de par en par, las puertas de nuestro corazón a la misericordia de Dios, a la presencia y al amor de Su Santísima Madre, para que sean sagrarios de los Corazones unidos de Jesús y de María, tierra sagrada y bendita, Medjugorje vivo y palpitante: “Consagrad vuestros corazones y haced de ellos el hogar del Señor. Que Él more en ellos por siempre (…) Decidíos, hijos míos, es el tiempo de la decisión. Sed justos e inocentes de corazón para que pueda guiaros al Padre” (18.03.1996). Entonces, nuestros corazones unidos a los Suyos, vibrarán con amor recíproco, pacificados por el Espíritu, al mismo compás de amor y obediencia filial al Padre de las misericordias y Dios de todo consuelo, y, finalmente, reinarán en comunión con los Sagrados Corazones Eucarísticos y triunfantes de Jesús y de María.
Francisco José Cortes Blasco.
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