Dos increíbles milagros de San Juan Bosco
(Fuente digilander.libero.it/raxdi/spa) Los aquí expuestos son sólo un pequeño ejemplo de la extraordinaria obra que este Santo hizo, no sólo en Italia, sino en distintos paises de Europa en favor de los más necesitados. Signos increibles que han conducido a la fe a una multitud de personas.
Don Bosco resucita a un muerto
La Marquesa Gerolama Uguccioni Gherardi se llegó hasta Don Bosco llorando y gritando que su hijito había muerto y que el Santo debía acudir con ella para resucitarlo. Don Bosco consintió y acercándose al lecho, encontró al niño de tierna edad aun, inmóvil, palidísimo, con los ojos vítreos, el rostro contraido y sin señales de vida. Dicho por todos, había expirado.
El Santo, de inmediato, invitó a cuantos se encontraban en el dormitorio, a elevar una oración a María Auxiliadora, luego impartió la bendición a aquel cuerpecito. Aun no había terminado la fórmula cuando el finado, como un bostezo, volvió a respirar, a moverse, readquirió el uso de los sentidos, se dirigió a la madre sonriendo y pronto se recuperó.
Por esta razón, la marquesa, cuando Don Bosco pasaba por Florencia, siempre lo quería hospedar en su casa dándole mil signos de estima y de respeto. La Marquesa se convirtió en gran benefactora de las obras de Don Bosco, hasta merecer ser llamada por los Salesianos “Nuestra buena mamá de Florencia”.
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Don Bosco cura a una paralítica
En el pueblo de Caramagna, se presenta hasta Don Bosco, una pobre mujer que se sostenía en dos muletas…Dice Don Bosco: “¿Qué queréis que haga mi buena mujer?”. Respondió la pobrecita: “Oh Don Bosco, tenga compasión de mí. Déme su bendición” … “De todo corazón, pero ¿tenéis fe en la Virgen?”. “Sí, mucha” … “Pues arrodilláos”.
“Hace mucho tiempo que no puedo arrodillarme: tengo las piernas casi muertas”. “No importa, arrodilláos”. Y aquella mujer, por obedecer, se apoyaba en las dos muletas para intentar arrastrarse hasta tierra, pero Don Bosco, cogiéndola por debajo de los brazos y por las manos decididamente, dice: “Así no, arrodilláos bien”. En el gentío reinaba un silencio sepulcral: no se oía ni una mosca y eso que estaban presentes más de 600 personas.
La mujer se encontró rodilla en tierra como por encanto … “Ahora diga conmigo”, dijo Don Bosco, “tres Avemarias a María Auxiliadora”. Y tras haber rezado las tres Avemarias, sin que nadie la ayudase, aquella mujer se levantó sin sentir los dolores que desde hacía años la oprimían. Don Bosco le puso las dos muletas sobre las espaldas y le dijo: “id buena mujer y amad siempre a María Auxiliadora”.
Aquella afortunada mujer salió de entre el gentío y se encaminó hacia su casa, magnificando y agradeciendo a la Virgen y a su benefactor.
(Foto de cubiera interris.it)