Roma goza este 30 de diciembre de 2020 de una soleada mañana de invierno. El Papa Francisco ha tenido la acostumbrada Audiencia General en la Biblioteca del Palacio Apostólico. En la catequesis se ha centrado en el tema de la oración de acción de gracias, para ello ha citado el texto del evangelista Lucas: mientras Jesús estaba en camino, se le acercaron diez leprosos que imploran: «¡Jesús, ¡Maestro, ten compasión de nosotros!» (17,13)”.
“Sabemos que, para los enfermos de lepra, al sufrimiento físico se le unía la marginación social y la marginación religiosa. Jesús no rehúye al encuentro con ellos”, afirma el Papa; y aunque en este pasaje no hay contacto físico, Jesús les invita a presentarse donde los sacerdotes (v. 14). A continuación, subraya: “Jesús no dice otra cosa. Ha escuchado su oración, su grito de piedad, y les manda enseguida donde los sacerdotes”.
Francisco pone en evidencia las situaciones que se dan cuando ellos van en busca de los sacerdotes: lo primero que ocurre: “Los diez se fían, no se quedan hasta el momento de estar curados, no: se fían y van enseguida, y mientras están yendo se curan, los diez”. Segundo, “de ese grupo, solo uno, antes de ir donde los sacerdotes, vuelve atrás a dar las gracias a Jesús y alabar a Dios por la gracia recibida”. En seguida, Jesús hace notar: “ese hombre era un samaritano, una especie de “hereje” para los judíos de la época. Jesús comenta: «¿No ha habido quien volviera a dar gloria a Dios sino este extranjero?» (17,18)”.
El Papa muestra que este pasaje, por decirlo de alguna manera, “divide el mundo en dos: quien no da las gracias y quien da las gracias; quien toma todo como si se le debe, y quien acoge todo como don, como gracia”.
Citando al Catecismo, Francisco dice: «Todo acontecimiento y toda necesidad pueden convertirse en ofrenda de acción de gracias» (n. 2638). Y añade: “La oración de acción de gracias comienza siempre desde aquí: del reconocerse precedidos por la gracia. Hemos sido pensados antes de que aprendiéramos a pensar; hemos sido amados antes de que aprendiéramos a amar; hemos sido deseados antes de que en nuestro corazón surgiera un deseo. Si miramos la vida así, entonces el “gracias” se convierte en el motivo conductor de nuestras jornadas”.
“Para nosotros cristianos el dar las gracias ha dado nombre al Sacramento más esencial que hay: la Eucaristía” afirma Francisco, quien añade: “Los cristianos, como todos los creyentes, bendicen a Dios por el don de la vida. Vivir es ante todo haber recibido. Todos nacemos porque alguien ha deseado para nosotros la vida”. Durante la vida, subraya Francisco, “hay personas que nos han mirado con ojos puros, gratuitamente (…) y han hecho surgir en nosotros la gratitud. También la amistad es un don del que estar siempre agradecidos”.
“Los Evangelios testifican que el paso de Jesús suscita a menudo alegría y alabanza a Dios en aquellos que lo encontraban”, dice Francisco, quien recordando el pasaje de los diez leprosos afirma: “todos estaban felices por haber recuperado la salud, pudiendo así salir de esa interminable cuarentena forzada que les excluía de la comunidad. Pero entre ellos hay uno que a la alegría añade alegría: además de la sanación, se alegra por el encuentro sucedido con Jesús. No solo está libre del mal, sino que ahora también posee la certeza de ser amado”.
“Cultivemos la alegría (…) tratemos de estar siempre en la alegría del encuentro con Jesús (…) Si estamos en Cristo, ningún pecado y ninguna amenaza nos podrán impedir nunca continuar con alegría el camino, junto a tantos compañeros de viaje” afirma el Papa.
Al final de la catequesis, Francisco pone en evidencia los frutos de la alegría:
“No dejemos de agradecer: si somos portadores de gratitud, también el mundo se vuelve mejor, quizá solo un poco, pero es lo que basta para transmitirle un poco de esperanza. El mundo tiene necesidad de esperanza y con gratitud, con esta actitud de decir gracias, transmitimos algo de esperanza. Todo está unido y conectado, y cada uno puede hacer su parte allá donde se encuentra. El camino de la felicidad es el que San Pablo ha descrito al final de una de sus cartas: «Oren constantemente. En todo dad gracias, pues esto es lo que Dios, en Cristo Jesús, quiere de ustedes. No extingan el Espíritu» (1 Ts 5,17-19)”.
Durante la última audiencia general de 2020, el Papa habló de la desolación de esta realidad, recordando a las víctimas, a los supervivientes, los daños sufridos por las zonas afectadas y haciendo un llamamiento a la solidaridad internacional para apoyar al territorio y a la población:
Expreso mi cercanía a los heridos y afectados por el terremoto y rezo en particular por los que perdieron sus vidas y sus familias. Espero que las autoridades del país, ayudadas por la comunidad internacional, puedan pronto aliviar el sufrimiento de la querida población.
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