En la homilía de su primera misa del nuevo año 2020 el Papa Francisco invitó a cada uno a preguntarse…”¿Sé mirar a las personas con el corazón? ¿Me importa la gente con la que vivo? ¿Tengo al Señor en el centro de mi corazón?”, ya que si queremos un mundo mejor- dijo el Pontífice- es necesario construir “una casa de paz y no un patio de batalla, y que nos importe la dignidad de toda mujer”.
Ciudad del Vaticano (Vaticannews.va)
El miércoles 1 de enero a las 10 de la mañana hora local de Roma, el Papa Francisco celebró la primera misa del año 2020 en la Basílica de San Pedro, con motivo de la Solemnidad de María Santísima Madre de Dios en la Octava de Navidad, recordando también la LIII Jornada Mundial de la Paz.
En su homilía el Pontífice ensalzó la figura de la Virgen María como aliada en el plan divino de salvación, recordando que gracias a su sí, «cuando llegó la plenitud del tiempo, envió Dios a su Hijo, nacido de mujer» (Ga 4,4).
“Nacido de mujer: así es cómo vino Jesús”, dijo el Papa. “No apareció en el mundo como adulto, sino como nos ha dicho el Evangelio, fue «concebido» en el vientre (Lc 2,21): allí hizo suya nuestra humanidad, día tras día, mes tras mes. En el vientre de una mujer, Dios y la humanidad se unieron para no separarse nunca más”.
En este sentido, el Santo Padre subrayó que lo que celebramos en este primer día del año son “estos desposorios entre Dios y el hombre, inaugurados en el vientre de una mujer, en Dios estará para siempre nuestra humanidad y María será la Madre de Dios para siempre”.
Profundizado sobre el hecho de que Jesús, el Hijo de Dios, vino a este mundo “nacido de mujer”, Francisco aseveró que el renacer de la humanidad comenzó con la mujer.
“Las mujeres son fuente de vida. Sin embargo, son continuamente ofendidas, golpeadas, violadas, inducidas a prostituirse y a eliminar la vida que llevan en el vientre”, afirmó el Papa destacando que toda violencia infligida a la mujer “es una profanación de Dios, nacido de una mujer” ya que la salvación para la humanidad vino del cuerpo de una mujer: “de cómo tratamos el cuerpo de la mujer comprendemos nuestro nivel de humanidad”.
Además, el Santo Padre hizo hincapié en que la mujer contiene en sí el fin de la creación misma: “la generación y protección de la vida, la comunión con todo, el ocuparse de todo”.
Y en alusión a esta capacidad “de contener”, propia de la mujer a la que también hace referencia la lectura del Evangelio del día que narra cómo “María conservaba todas las cosas que sucedían, meditándolas en su corazón” (v. 19); el Papa reiteró que la Virgen conservaba todo: “la alegría por el nacimiento de Jesús y la tristeza por la hospitalidad negada en Belén; el amor de José y el asombro de los pastores; las promesas y las incertidumbres del futuro. Todo lo tomaba en serio y todo lo ponía en su lugar en su corazón, incluso la adversidad. Porque en su corazón arreglaba cada cosa con amor y confiaba todo a Dios”.
En este punto, Francisco señaló que es propio de la mujer tomarse la vida en serio: “La mujer manifiesta que el significado de la vida no es continuar a producir cosas, sino tomar en serio las que ya están”, ya que “sólo quien mira con el corazón ve bien”, porque sabe “ver en profundidad” a la persona más allá de sus errores, “al hermano más allá de sus fragilidades, la esperanza en medio de las dificultades, a Dios en todo”.
De ahí la invitación del Pontífice a preguntarse al comenzar el nuevo año, “¿Sé mirar a las personas con el corazón? ¿Me importa la gente con la que vivo? Y, sobre todo, ¿tengo al Señor en el centro de mi corazón?”.
“Sólo si la vida es importante para nosotros sabremos cómo cuidarla y superar la indiferencia que nos envuelve”, afirmó Francisco exhortándonos a pedir esta gracia: “vivir el año con el deseo de tomar en serio a los demás, de cuidar a los demás. Y si queremos un mundo mejor, que sea una casa de paz y no un patio de batalla, que nos importe la dignidad de toda mujer”.
Y todo ello teniendo siempre como referente a la Virgen María, ya que ”acercándonos a ella, la Iglesia se encuentra a sí misma, encuentra su centro y su unidad”-puntualizó el Papa advirtiendo que en cambio, “el enemigo de la naturaleza humana, el diablo, trata de dividirla, poniendo en primer plano las diferencias, las ideologías, los pensamientos partidistas y los bandos”.
“No podemos entender a la Iglesia si la miramos a partir de sus estructuras, programas y tendencias: percibiremos algo de ella, pero no su corazón. Porque la Iglesia tiene el corazón de una madre”, concluyó el Papa en su homilía rezando, “Oh Madre, genera en nosotros la esperanza, tráenos la unidad. Mujer de la salvación, te confiamos este año, custódialo en tu corazón. Te aclamamos: ¡Santa Madre de Dios, Santa Madre de Dios, Santa Madre de Dios!”.
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