En la Misa matutina celebrada – y transmitida en vivo – en la Capilla de la Casa Santa Marta, este Lunes de la Octava de Pascua, el Papa Francisco pidió por los políticos y científicos:
“Oremos hoy por los gobernantes, los científicos, los políticos, que han comenzado a estudiar el camino de salida, la post-pandemia, este “después” que ya ha comenzado: para que encuentren el camino correcto, siempre en favor de la gente, siempre en favor del pueblo”.
En su homilía, el Papa Francisco comentando el Evangelio de hoy (Mt 28, 8-15) en el que Jesús resucitado se aparece a algunas mujeres exhortándolas a que digan a sus discípulos que vayan a Galilea: allí lo verán. Mientras tanto, el evangelista señala que los sacerdotes corrompen a los soldados que custodian la tumba, diciendo que informen que los discípulos de Jesús habían venido de noche robando el cuerpo mientras dormían. “El Evangelio – afirmó el Papa – propone una opción que también se aplica hoy: la esperanza de la resurrección de Jesús y la nostalgia de la tumba. Por lo tanto, para encontrar soluciones a esta pandemia, la elección será entre la vida, la resurrección de los pueblos y el dios dinero. Si se elige el dinero, se elige el camino del hambre, la esclavitud, las guerras, la fabricación de armas, los niños sin educación… ahí está la tumba”. El Señor, es la oración del Papa, nos ayude a elegir el bien del pueblo, sin caer nunca en la tumba del dios dinero.
El Evangelio de hoy nos presenta una opción, una opción cotidiana, una opción humana pero que se ha mantenido desde ese día: la opción entre la alegría, la esperanza de la resurrección de Jesús y la nostalgia de la tumba.
Las mujeres van adelante y llevan el anuncio: Dios siempre comienza con las mujeres, siempre. Abren caminos. No dudan: lo saben; lo han visto, lo han tocado. También han visto la tumba vacía. Es cierto que los discípulos no podían creerlo y dijeron: “Pero estas mujeres son quizás demasiado imaginativas”… No sé, tenían sus dudas. Pero estaban seguros y al final siguieron así hasta hoy: Jesús ha resucitado, está vivo entre nosotros. Y luego está el otro: es mejor no vivir, con la tumba vacía. Tantos problemas nos traerán esta tumba vacía. Y la decisión de ocultar el hecho. Es como siempre: cuando no servimos a Dios, al Señor, servimos al otro dios, al dinero. Recordemos lo que dijo Jesús: son dos señores, el Señor Dios y el señor dinero. No puedes servir a los dos. Y para salir de esta evidencia, de esta realidad, los sacerdotes, los doctores de la ley eligieron el otro camino, el que les ofreció el dios dinero y pagaron: pagaron el silencio. El silencio de los testigos. Uno de los guardias había confesado, apenas había muerto Jesús: “¡Este hombre era verdaderamente el Hijo de Dios!”. Esta pobre gente no entiende, tiene miedo porque la vida está en juego… y fueron a los sacerdotes, a los doctores de la Ley. Y han pagado: han pagado el silencio, y esto, queridos hermanos y hermanas, no es un soborno: esto es pura corrupción, pura corrupción. Si no confiesas a Jesucristo el Señor, piensa porque donde está el sello de tu tumba, donde hay corrupción. Es verdad que mucha gente no confiesa a Jesús porque no lo conoce, porque no lo hemos anunciado consistentemente, y esto es culpa nuestra. Pero cuando ante la evidencia tomamos este camino, es el camino del diablo, es el camino de la corrupción. Se paga y quédate callado.
Incluso hoy, ante el próximo – esperemos que pronto – próximo fin de esta pandemia, hay la misma opción: o nuestra apuesta será por la vida, por la resurrección del pueblo o será por el dios dinero: volver a la tumba del hambre, la esclavitud, las guerras, las fábricas de armas, los niños sin educación… ahí está la tumba.
Que el Señor, sea en nuestra vida personal sea en nuestra vida social, nos ayude siempre a elegir el anuncio: el anuncio que es horizonte, está abierto, siempre; nos lleve a elegir el bien del pueblo. Y nunca caiga en la tumba del dios dinero.
Finalmente, el Papa terminó la celebración con la adoración y la bendición Eucarística, invitando a todos a realizar la comunión espiritual.
“Creo, Jesús mío, que estás realmente presente en el Santísimo Sacramento del Altar. Te amo sobre todas las cosas y deseo recibirte en mi alma. Pero como ahora no puedo recibirte sacramentalmente, ven al menos espiritualmente a mi corazón. Como si ya te hubiese recibido, te abrazo y me uno todo a Ti. No permitas, Señor, que jamás me separe de Ti. Amén”.
Antes de salir de la Capilla dedicada al Espíritu Santo, se cantó la antífona mariana que se canta en el tiempo pascual, Regina Coeli.
Regína caeli laetáre, allelúia.
Quia quem merúisti portáre, allelúia.
Resurréxit, sicut dixit, allelúia.
Ora pro nobis Deum, allelúia.
Fuente: www.vaticannews.va
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