El Papa Francisco preside la misa en la Casa Santa Marta el martes de la quinta semana de Pascua. En la introducción, dirigió su pensamiento a las enfermeras:
Hoy es el día de las enfermeras. Ayer envié un mensaje. Recemos hoy por los enfermeros y enfermeras, hombres, mujeres, muchachos y muchachas que tienen esta profesión, que es más que una profesión, es una vocación, una dedicación. Que el Señor los bendiga. En esta época de la pandemia han dado ejemplo de heroísmo y algunos han dado su vida. Recemos por las enfermeras y los enfermeros.
En la homilía el Papa ha comentado el Evangelio hodierno (Jn 14,27-31) en el que Jesús dice a sus discípulos: “Les dejo la paz, les doy mi paz, pero no como la da el mundo. ¡No se inquieten ni teman! Me han oído decir: «Me voy y volveré a ustedes». Si me amaran, se alegrarían de que vuelva junto al Padre, porque el Padre es más grande que yo. Les he dicho esto antes que suceda, para que cuando se cumpla, ustedes crean. Ya no hablaré mucho más con ustedes, porque está por llegar el Príncipe de este mundo: él nada puede hacer contra mí, pero es necesario que el mundo sepa que yo amo al Padre y obro como él me ha ordenado. Levántense, salgamos de aquí”.
El Señor -dijo el Papa- antes de irse da el don de la paz. No se trata de la paz universal, la paz sin guerra que deseamos, sino la paz del corazón. El Señor no la da como la da el mundo. Son paces diversas. El mundo te da la paz interior como una posesión tuya, como algo tuyo que te aísla de los demás, es una adquisición tuya, y te encierras en esa paz: es una paz para ti mismo, te vuelve tranquilo y feliz, pero te duerme y te anestesia. Es un poco egoísta. Es una paz cara porque hay que cambiar constantemente los instrumentos de la paz, siempre hay que encontrar los medios para comprarla: es estéril y temporal. La paz de Jesús te pone en movimiento, no te aísla, te hace ir al encuentro de los demás, te pone en comunicación. La paz de Jesús es gratis, es un regalo, es fructífera, siempre te hace avanzar. La paz del mundo es descrita en el pasaje del Evangelio donde se habla del hombre que apila las cosechas en los graneros y cree que es feliz y cree ahora que puede finalmente descansar y muere en la noche. La paz de Jesús está abierta al Paraíso para él y para los demás. ¿Dónde encuentro la paz? ¿En las cosas, en la riqueza, en la posesión, o encuentro la paz como don del Señor?
¿Tengo que pagar por la paz o la recibo gratis del Señor? Si me enfado cuando me falta algo, esta es una prueba de que no tengo la paz del Señor. ¿Quiero llevar la paz a los demás? Esa es la paz del Señor. Si incluso en tiempos difíciles permanezco en paz, esa es la paz del Señor, que está llena de esperanza y mira al cielo, la paz definitiva. Un buen sacerdote me escribió que debo hablar más del cielo y tiene razón. Por eso hoy he querido subrayar esto: la paz que nos da Jesús es una paz para hoy y para el futuro, es empezar a vivir el cielo. La paz de Jesús no es narcisista. Que el Señor – es la oración definitiva del Papa – nos dé esta paz que nos da esperanza, que crea comunidad y que mira a la paz definitiva del Paraíso.
Fuente Vatican News
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