Es un gran portento del que probablemente muy poco se ha oído hablar, pero el domingo 3 de octubre de 1847, más de 2.000 personas en Ocotlán, México vieron una imagen perfecta de Jesucristo crucificado que apareció en el cielo durante más de 30 minutos.
El fenómeno se conoce como el “Milagro de Ocotlán” y tuvo lugar justamente un día antes del terremoto que dejó a la ciudad en el estado de Jalisco en ruinas, causando la muerte de 40 personas. Esta milagrosa aparición fue aprobada por la Arquidiócesis de Guadalajara en el año 1911.
LEYES: Evangelio del día y Comentario de hoy (3 de Octubre de 2020)
Ocotlán es una ciudad maderera ubicada en el estado de Jalisco. Su nombre significa: “donde hay pinos» el nombre proviene de la palabra náhuatl, ócotl= pino y tlán= donde hay, considerada hoy en día como la capital de los muebles del país, debido a que su industria mueblera es de las más importantes.
Es en el periodo posterior a la Guerra de la Independencia y hacia 1847, año de la invasión norteamericana de México, que la vida y costumbres de las gentes de Ocotlán, habían visto un gran deterioro, degradándose a tal punto, que crímenes y vicios de muy diversa índole, tanto como atracos y asesinatos, tenían lugar a plena luz del día, pero muy sobretodo, los valores cristianos habían casi desaparecido, al punto que tanto la indiferencia religiosa con el libertinaje, sentaron su presencia en los corazones de los habitantes del lugar.
El día sábado 2 de octubre de 1847 alrededor de las 7:15 de la mañana, un violento sismo tuvo lugar en aquella región, dando lugar a réplicas posteriores entre las 9:00 am y las 10:00 am. Los daños y los destrozos fueron cuantiosos. No sólo cayeron tanto la iglesia como el curato, sino que todas las viviendas del lugar se vinieron abajo, quedando los habitantes de de Ocotlán a la intemperie.
La mañana siguiente, bajo los rayos de un sol esplendoroso y el azul limpio del cielo libre de nubes, el vicario parroquial, el padre Julián Navarro, se aprestaba a celebrar la Santa Misa Misa en el cementerio de la Capilla de la Inmaculada Concepción. Había hecho saber con anterioridad, que la ceremonia tendría especial atención a los fallecidos el día anterior. Por esta razón, fieles de los pueblos vecinos también se hicieron presentes, llegando a sumar unas 2,000 personas.
Justo antes de su inicio, dos peculiares nubes blancas comenzaron a aproximarse la una a la otra, uniéndose en el cielo al noroeste y apareciendo en ese punto exacto, la imagen de Nuestro Señor crucificado. Aquellos presentes en la ceremonia y vecinos de las ciudades aledañas, quedaron profundamente conmovidos ante la visión de semejante portento. Muchos comenzaron a hacer actos de contrición y clamaron perdón al Cielo suplicando: «¡Señor, ten piedad!»
También entre los fieles que presenciaron el milagro estuvieron el padre Julián Martín del Campo, párroco de la comunidad, y Antonio Jiménez, alcalde de la ciudad. Ambos enviaron sendas cartas a sus respectivos superiores, narrando el evento había sucedido.
Después del milagro, un registro del evento fue anotado con 30 testigos oculares. Cincuenta años más tarde, en 1897, por orden del entonces arzobispo de Guadalajara, Pedro Loza y Pardavé, se hizo otro registro del evento, con 30 personas adicionales, entre ellas cinco sacerdotes. Esta aparición de Cristo fue llamada «Señor de la Misericordia» y en su honor, en septiembre de 1875, la iglesia parroquial fue bendecida, consagrada y dedicada a Él.
El 29 de septiembre de 1911, el Arzobispo de Guadalajara, José de Jesús Ortiz y Rodríguez, firmó un documento que validaba la aparición de Jesucristo en Ocotlán, la devoción y la veneración que la gente de esa zona concedió a la venerada estatua de nuestro Señor de la Misericordia, situado en el santuario del mismo nombre:
«Debemos reconocer como hecho histórico, perfectamente probado, la aparición de la bendita imagen de Jesucristo Crucificado … y que no pudo haber sido obra de una alucinación o fraude, ya que ocurrió a plena luz del día, a la vista de más Más de 2.000 personas».
También declaró, para que el Señor de la Misericordia nunca fuese olvidado, que los fieles debían «reunirse de la manera en que les fuera posible, purificando sus conciencias con los santos sacramentos de la Penitencia y de la Santa Comunión, jurando solemnemente ante la presencia de Dios, y que sus descendientes, celebrasen su aniversario el 3 de octubre».
Después de su aprobación y cumplimiento de las disposiciones del Arzobispado de Guadalajara, en 1912 comenzaron las fiestas públicas en honor del Señor de la Misericordia, recordando el Milagro de 1847. Las celebraciones duran actualmente 13 días, del 20 de septiembre al 3 de octubre. (Fuente proyectoemaus.com)
¡Jesús misericordioso! Tu bondad es infinita y los tesoros de tu gracia son inagotables. Yo confío enteramente en tu misericordia, que supera todo lo imaginable. Hoy me consagro enteramente a ti para vivir bajo los rayos de tu gracia y amor que brotaron de tu santísimo Corazón, en la cruz.
Deseo propagar tu misericordia por medio de obras de misericordia espiritual y corporal especialmente convirtiendo a los que, como yo, son pecadores; consolando a los pobres, afligidos y enfermos y ayudándolos de acuerdo a mis posibilidades.
Tú protégeme como propiedad y gloria tuya pues yo desconfío de mis fuerzas y conociendo mi debilidad e inconstancia lo espero todo de tu misericordia. Que toda la humanidad experimente la inmensidad de tu amor misericordioso, ponga en ti su confianza y te alabe por toda la eternidad. Amén.
¡Señor de la Misericordia, ten piedad y misericordia de nosotros y del mundo entero! Amén.
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