Lectura del santo evangelio según san Mateo (7,1-5):
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «No juzguéis y no os juzgarán; porque os van a juzgar como juzguéis vosotros, y la medida que uséis, la usarán con vosotros. ¿Por qué te fijas en la mota que tiene tu hermano en el ojo y no reparas en la viga que llevas en el tuyo? ¿Cómo puedes decirle a tu hermano: “Déjame que te saque la mota del ojo”, teniendo una viga en el tuyo? Hipócrita; sácate primero la viga del ojo; entonces verás claro y podrás sacar la mota del ojo de tu hermano.»
Palabra del Señor
Santiago en su carta nos dirá que: “uno sólo es legislador y juez, el que puede salvar o perder. En cambio ¿quién eres para juzgar al prójimo?” (St. 4,12). El juicio está reservado a Dios. Pero no quiere decir que “todo lo veamos bien” o que nos parezca bien sin serlo, pues entonces iríamos contra la verdad. Pero se trata de no ir contra el amor.
Puede iluminarnos la frase de Sta. Catalina: “A Dios el juicio, a nosotros la compasión”, porque el que acusa busca condenar, no siempre busca la verdad. Como principio la máxima evangélica pide no suplantar la justicia divina.
Las palabras de Jesús no imponen a sus discípulos la prohibición de formarse un juicio moral sobre la conducta del ser humano, lo que condena es todo intento de corregir a los demás antes de haberse aplicado a sí mismo esa norma de conducta. Juzgar se entiende por la inclinación que experimenta el ser humano a criticar y a encontrar defectos en el prójimo. El que no quiere saber nada de autocrítica ¿cómo puede ayudar a los demás? Quien practica la crítica implacable pierde toda lucidez. La viga en el propio ojo es la falta de amor con que se juzga a los demás, que impide toda visión objetiva. El primer paso es la sincera evaluación de las propias limitaciones. Sólo el que logra superar sus fallos personales puede alcanzar una visión suficientemente aguda como para ayudar a sus semejantes. Mira cómo queda tu corazón: “El fruto de la paz – dice S. Ambrosio-, es la falta de confusión en el corazón”.
“Hipócrita, ¡sácate primero la viga de tu ojo, y entonces…”. No es que cada uno vaya a lo suyo. La viga en tu ojo te impide para sacar la mota del ojo de tu hermano. El sacarse la viga no es sino para poder servir al hermano. El fin no es que no sufras la molestia. No es caer en el “ése es su problema”. Eso no es cristiano. Dios quiere la salvación de todos los hombres. La salvación de cada ser humano se nos encomienda. Es algo mucho más delicado que el sacar una “mota”…, el fin es poder servir al otro para su salvación.
Monjas Dominicas Contemplativas
Monasterio de Santo Domingo (Segovia)
Fuente dominicos.org
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