Lectura del santo evangelio según san Mateo (8,1-4):
En aquel tiempo, al bajar Jesús del monte, lo siguió mucha gente.
En esto, se le acercó un leproso, se arrodilló y le dijo: «Señor, si quieres, puedes limpiarme.»
Extendió la mano y lo tocó, diciendo: «Quiero, queda limpio.»
Y en seguida quedó limpio de la lepra.
Jesús le dijo: «No se lo digas a nadie, pero, para que conste, ve a presentarte al sacerdote y entrega la ofrenda que mandó Moisés.»
Palabra del Señor
El destierro a Babilonia
Página triste para el pueblo judío, el pueblo de Dios, la que nos relata esta primera lectura: el destierro del pueblo a Babilonia. En el reinado de Nabucodonosor, rey de Babilonia, llegó a Jerusalén Nabusardán, uno de sus funcionarios e “incendió el templo, el palacio real y las casas de Jerusalén y puso fuego a todos los palacios… y se llevó cautivos al resto del pueblo que había quedado en la ciudad”. Muchos años tuvieron que pasar, unos cincuenta años, para que el pueblo pudiera volver a su patria y restablecer, poco a poco, su identidad y sus costumbres.
Este es un capítulo más de la larga historia de Dios con la humanidad, centrado en el pueblo judío, en la antigua alianza. Pero nuestro Dios posteriormente extendió su amistad a toda la humanidad con la llegada de Jesús, su Hijo a nuestra tierra, que fundó el nuevo pueblo de Dios, que estableció la iglesia hoy extendida por todo el universo, en medio de diversas vicisitudes.
Si quieres…
El pasaje evangélico de hoy, nos muestra, una vez más, la entrañable misericordia de Jesús con todos los que se acercaban a él en busca de ayuda, en este caso un leproso: “Quiero, queda limpio”. Sabemos que la misericordia de Jesús, que brota de su amor hacia todos nosotros, presidió toda su vida… y la sigue presidiendo. Cuando nos acercamos a Jesús nunca hemos de hacerlo con miedo, como ante un posible juez severo que nos va a echar en cara nuestros defectos. Hemos de acercarnos ante el que, si se lo pedimos, quiere curar todas nuestras heridas, todas nuestras posibles lepras. “Venid a mí los que estáis cansados y agobiados y yo os aliviaré”. Y en su permanente línea de amor, nos seguirá mostrando el camino para que vivamos nuestros días y nuestras noches con ilusión, con sentido… y llenará nuestro corazón de esperanza al asegurarnos que después de nuestra muerte nos está esperando para invitarnos al banquete de su amor: “Venid, benditos de mi Padre a disfrutar del reino preparado para vosotros desde la creación del mundo”. Un día más, no dejemos de pedir a Jesús que permanezcamos siempre con él, en su amistad, que nos se nos ocurra darle la espalda y adentrarnos por otros caminos. Su camino sabemos bien donde desemboca.
Fray Manuel Santos Sánchez O.P.
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