Lectura del santo evangelio según san Lucas (9,22-25):
EN aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«El Hijo del hombre tiene que padecer mucho, ser desechado por los ancianos, sumos sacerdotes y escribas, ser ejecutado y resucitar al tercer día».
Entonces decía a todos:
«Si alguno quiere venir en pos de mí, que se niegue a sí mismo, tome su cruz cada día y me siga. Pues el que quiera salvar su vida la perderá; pero el que pierda su vida por mi causa la salvará. ¿De qué le sirve a uno ganar el mundo entero si se pierde o se arruina a sí mismo?».
Palabra del Señor
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Querido amigo/a:
(Fuente ciudadredonda.org) El pasado 11 de febrero celebramos en la Iglesia la 29ª Jornada Mundial del Enfermo, con el lema “La relación de confianza, fundamento del cuidado del enfermo.” En este año tan duro donde tantas vidas se nos están yendo antes de tiempo por la pandemia y el consiguiente sufrimiento que esta peste está generando, me gustaría que nuestra oración fuera dirigida a los enfermos que no tienen recursos, que viven sin la atención sanitaria y humana básicas, que se sienten solos a la hora de enfrentar su enfermedad. De alguna manera ellos se identifican muy bien con la profecía de Jesús en el evangelio de hoy: El Hijo del hombre tiene que padecer mucho. Ellos cargan con cruces muy pesadas. Oración dirigida también a todos los profesionales de la sanidad que trabajan desde una vocación de entrega, en condiciones muy duras y con escasez de medios, en muchas ocasiones, para hacer la vida de los pacientes más agradable.
Sin embargo, bien sabemos que la enfermedad no sólo es física. Todos padecemos enfermedades “del alma”, heridas del corazón que de alguna u otra manera nos han tocado en la línea de flotación y todavía están sin cicatrizar. Heridas ocasionadas en el camino de la vida.
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La Cuaresma que acabamos de inaugurar nos propone, a través de la oración y la revisión sincera y pacífica de nuestra vida, poner nombre a estas heridas o, en lenguaje evangélico, poner nombre a las cruces que llevamos a cuestas. Poner nombre significa ser consciente de ellas, aceptarlas, pedirle al sanador de Nazaret que cure las que sean curables, y que nos ayude a llevar con dignidad cristiana aquellas que nos acompañarán hasta los últimos días de nuestra vida. Él, que cargó con la cruz, nos ayuda a llevar la nuestra. No estamos solos.
Jesús atendió a los enfermos. No vemos en el evangelio ningún caso de indiferencia o desatención por su parte. Lamentablemente sí los vemos en nuestro entorno, enfermos que sufren en soledad su dolor. No permitas que ninguna persona enferma cercana a ti esté sola; puede tener todo lo material, pero lo que más necesita es tu compañía, tu cariño, tu comprensión, el regalo de tu persona; esta es la mejor medicina que puedes darle. Que en este tiempo de Cuaresma seamos, Señor, buenos cuidadores de los que más nos necesitan.
Vuestro hermano en la fe.
Juan Lozano, cmf.
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