Oh María, sin pecado concebida
rogad por nosotros que recurrimos a Vos
sin tardanza pregona lengua mía
las glorias y alabanzas de María
atiende a mi socorro, gran Señora
y ampárame tu diestra protectora.
Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, como era en un principio, sea ahora y siempre, por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Oh Jesús Señor Nuestro!, que has querido glorificar con innumerables prodigios a la Bienaventurada Virgen María desde el primer instante de su Concepción Inmaculada. Te suplicamos que cuantos devotamente imploramos tu protección en la tierra, merezcamos gozar de tu vista en el cielo. Tú que vives y reinas con el Padre y el Espíritu Santo, por los siglos de los siglos. Amén.
¡ Oh María ! por tu mediación damos infinitas gracias a Dios por el favor que dispensaste a tu querida sierva, Santa Catalina Labouré, apareciéndote pura y sin mancha de pecado, ofreciéndole como remedio de todos los males la Medalla Milagrosa. Por este favor te pedimos que nos hagamos dignos de tu protección y verdaderos devotos de tu Purísima Concepción. Amén.
Dios te Salve, Reina de Cielos y tierra, queridísima Madre de los pecadores!
Llenos nuestros corazones de absoluta confianza, acudimos a tu maternal afecto. Somos pecadores y no merecemos tu protección. Pero al contemplarte en la Medalla Milagrosa con los brazos abiertos, invitándonos a acercarnos a Ti y con las manos derramando a torrentes tus bendiciones, animosos acudimos a tus pies, para exponerte durante esta novena nuestras urgentes necesidades.
(Pídase privadamente la gracia que se desea, o dése gracias por el favor recibido)
¡Oh María! Tú eres después de Dios, nuestra única esperanza.
Escucha benigna la confiada oración, que en la presente necesidad, elevamos a tu misericordia, si es para gloria de Dios y bien de nuestras almas.
Al mismo tiempo, deseando ser verdaderos cristianos, y por ello, merecedores de las miradas de Dios y de tu protección, te suplicamos humildemente, tierna Madre nuestra llenes nuestra alma del espíritu de oración, de humildad y de mortificación de nuestras pasiones. Obtennos fidelidad en el cumplimiento de nuestros deberes religiosos y constancia en el bien hasta la muerte.
Ruega por nosotros. ¡ Oh María ! y haznos participantes de los tesoros divinos de que fuiste colmada en tu Purísima Concepción. Así Sea.
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