El encuentro con la Palabra de Dios nos llena de alegría y esta es nuestra fuerza. Lo recordó el Santo Padre en su homilía de la Misa de esta mañana en que subrayó que no se comprende la fiesta del domingo sin la Palabra de Dios
.Debora Donnini – Ciudad del Vaticano
Abrir el corazón al encuentro con la Palabra de Dios nos hace felices. Es la exhortación que esta mañana dirigió el Papa Francisco en su homilía de la Misa matutina celebrada en la Capilla de la Casa de Santa Marta. El Santo Padre invitó a escuchar atentamente, sin dejar que la Palabra entre por un oído y salga por el otro. Su reflexión se desarrolló a partir de la Primera Lectura de la liturgia del día, tomada del Libro de Nehemías (Ne 8,1-4a.5-6.7b-12). Es la “historia del encuentro del pueblo de Dios con la Palabra de Dios”. Y sigue siendo “una historia de reconstrucción”.
La referencia es al contexto en el que se desarrolla la historia narrada: la reconstrucción del Templo y el regreso del exilio. Nehemías, el gobernador, habla con el sacerdote y escriba Esdras para “entronizar” la Palabra de Dios: todo el pueblo se reunió en la plaza frente a la Puerta de las Aguas. El sacerdote Esdras leía: “Abrí el libro ante la presencia de todo el pueblo, puesto que estaba más alto que los demás; al abrir el libro, todo el pueblo se puso de pie”. Los levitas explicaban la ley. “Una cosa hermosa”, señaló el Papa Francisco, subrayando que “nosotros estamos acostumbrados a tener este libro que es la Palabra de Dios, “pero estamos yo diría – dijo – mal acostumbrados”, mientras al pueblo “le faltaba la Palabra, tenía hambre de la Palabra de Dios, por eso cuando vio el libro de la Palabra se puso de pie”. “Pero piensen – añadió – que durante décadas esto no ocurría, es el encuentro del pueblo con su Dios, el encuentro del pueblo con la Palabra de Dios”.
Nehemías, que era gobernador, Esdras, sacerdote y escriba, y los levitas que enseñaban al pueblo dijeron a toda la gente: “Este día está dedicado a Jehová”. Para nosotros es domingo. El domingo es el día del encuentro del pueblo con el Señor, el día del encuentro de mi familia con el Señor. El día de mi encuentro con el Señor es un día de encuentro. “Este día está consagrado al Señor”.
Es por esta razón Nehemías, Esdras y los levitas exhortaban a no estar de luto ni llorar. La Primera Lectura de hoy, de hecho, narra cómo todo el pueblo lloraba mientras escuchaba. “Lloraba por la emoción”, “lloraba de alegría”, subrayó Francisco.
Cuando escuchamos la Palabra de Dios, ¿qué pasa en mi corazón? ¿Estoy atento a la Palabra de Dios? ¿Dejo que toque mi corazón o estoy allí mirando al techo pensando en otras cosas y la Palabra entra por un oído y sale por el otro, y no llega al corazón? ¿Qué hago para prepararme para que la Palabra llegue al corazón? Y cuando la Palabra llega al corazón hay un llanto de alegría y hay una fiesta. No se entiende la fiesta del domingo sin la Palabra de Dios, no se puede entender. Entonces Nehemías les dijo: “Vayan, festejen – y da una buena receta para la fiesta – coman carnes grasosas y beban vinos dulces y envíen porciones a los que no tienen nada – a los pobres; los pobres son siempre los monaguillos de la fiesta cristiana, ¡los pobres! – porque este día está consagrado al Señor, no se entristezcan, porque la alegría del Señor es su fuerza”.
Hacia el final de su homilía el Papa volvió a su mensaje de hoy, recordando que la tristeza, en cambio, no es nuestra fuerza:
La Palabra de Dios nos hace felices, el encuentro con la Palabra de Dios nos llena de alegría y esta alegría es mi fuerza, es nuestra fuerza. Los cristianos son alegres porque han aceptado, han recibido la Palabra de Dios en su corazón y encuentran continuamente la Palabra, la buscan. Éste es el mensaje de hoy, para todos nosotros. Un breve examen de conciencia:
“ ¿Cómo escucho yo la Palabra de Dios? ¿O simplemente no lo escucho? ¿Cómo me encuentro yo con el Señor en Su Palabra, que es la Biblia? Y después|: ¿Estoy convencido de que la alegría del Señor es mi fuerza? La tristeza no es nuestra fuerza ”
Por último el Santo Padre observó que “a los corazones entristecidos”, el diablo los derriba inmediatamente, mientras que la alegría del Señor “hace que nos levantemos, que miremos, cantemos y lloremos de alegría”. Y que uno de los Salmos dice que en el momento de la liberación de Babilonia, el pueblo hebreo pensaba que estaba soñando: no podía creerlo. La misma experiencia ocurre “cuando nos encontramos con el Señor en su Palabra”, cuando pensamos: “Pero esto es un sueño…”, y “no podemos creer en tal belleza”. Y concluyó diciendo:
“ Que el Señor nos conceda a todos la gracia de abrir nuestro corazón a este encuentro con su Palabra y no tener miedo de la alegría, no tener miedo de hacer la fiesta de la alegría, esa alegría que brota precisamente de este encuentro con la Palabra de Dios ”
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