“La medicina contra la dureza del corazón es la memoria”. Francisco en la misa matutina en la Casa Santa Marta nos invita a no olvidar la gracia de la salvación que vuelve al corazón sincero y capaz de misericordia.
Gabriella Ceraso – Ciudad del Vaticano
No tenían pan suficiente los discípulos que subieron a la barca con Jesús y en ellos se surgió la preocupación por la gestión de algo material: “Ellos discutían entre sí, – dice hoy el Evangelio de Marcos (Mc 8,14-21) – porque no habían traído pan”. Jesús se dio cuenta y les dijo: “¿A qué viene esa discusión porque no tienen pan? ¿Todavía no comprenden ni entienden? Ustedes tienen la mente enceguecida. Tienen ojos y no ven, oídos y no oyen. ¿No recuerdan cuántas canastas llenas de sobras recogieron, cuando repartí cinco panes entre cinco mil personas?”
El Papa Francisco se inspira en esta escena del Evangelio para hacer comprender la diferencia que hay entre un “corazón endurecido” como el de los discípulos y un “corazón compasivo” como el del Señor, que expresa su voluntad:
Y la voluntad del Señor es la compasión: “Quiero misericordia y no sacrificio”. Y un corazón sin compasión es un corazón idólatra, es un corazón autosuficiente, que va adelante sostenido por su propio egoísmo, que se vuelve fuerte sólo con ideologías. Pensemos en los cuatro grupos ideológicos de la época de Jesús: los fariseos, los saduceos, los esenios, los zelotes. Cuatro grupos que habían endurecido el corazón para llevar adelante un proyecto que no era el de Dios; no había lugar para el proyecto de Dios, no había lugar para la compasión.
Pero hay una “medicina” contra la dureza del corazón y es la memoria. Por eso en el Evangelio de hoy y en tantos pasajes de la Biblia que el Papa recorre, la llamada al poder salvífico de la memoria vuelve como una especie de “estribillo”, una “gracia” que hay que pedir – dice Francisco – porque “mantiene el corazón abierto y fiel”.
Cuando el corazón se endurece, cuando el corazón se endurece, se olvida… Se olvida la gracia de la salvación, se olvida la gratuidad. El corazón duro lleva a las peleas, lleva a las guerras, lleva al egoísmo, lleva a la destrucción del hermano, porque no hay compasión. Y el mensaje de salvación más grande es que Dios ha tenido compasión de nosotros. Esa frase del Evangelio, cuando Jesús ve a una persona, una situación dolorosa: “tuvo compasión de ellos”. Jesús es la compasión del Padre; Jesús es la bofetada de toda dureza de corazón.
Pedir pues la gracia de tener un corazón “no ideologizado” y por lo tanto endurecido, sino “abierto y compasivo” ante lo que sucede en el mundo – porque – recuerda el Papa – por esto seremos juzgados el Día del Juicio, no por nuestras “ideas” o nuestras “ideologías”. “Porque tuve hambre, y ustedes me dieron de comer; preso, y me vinieron a ver, estuve afligido y me consolaron”, está escrito en el Evangelio y “esto -observa Francisco- es compasión, es la no-dureza de corazón”. Y la humildad, la memoria de nuestras raíces y de nuestra salvación, nos ayudará a mantenerlo así. De aquí la última oración del Papa:
Cada uno de nosotros tiene algo endurecido en el corazón. Hagamos memoria y que sea el Señor quien nos dé un corazón recto y sincero como hemos pedido en la oración colecta, donde habita el Señor. En los corazones duros no puede entrar el Señor; en los corazones ideológicos no puede entrar el Señor. El Señor sólo entra en los corazones que son como su corazón: los corazones compasivos, los corazones que tienen compasión, los corazones abiertos. Que el Señor nos conceda esta gracia.
Credit: Vatican News
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