En la Misa en la Casa Santa Marta, el Papa pidió oraciones por los sacerdotes y obispos, exhortándolos a cuatro formas de cercanía.
Debora Donnini – Ciudad del Vaticano
Que los obispos estén cerca de Dios en la oración, de sus sacerdotes, cerca unos de otros y, finalmente, del pueblo de Dios. Es el camino que el Papa señala esta mañana en su homilía de la Misa en la Casa Santa Marta. Su meditación parte de las Lecturas de la Liturgia de ayer y de hoy, centrándose en los consejos que el apóstol Pablo da al joven obispo Timoteo: consejos que continúan también en la Segunda Carta.
Ayer en el centro de estos consejos estaba la exhortación a no descuidar el “ministerio como un don”. Hoy el corazón de la reflexión es el dinero, pero también los chismes, las “habladurías, las discusiones estúpidas”: todas cosas que debilitan la vida ministerial, subraya Francisco. “Cuando un ministro -sacerdote, diácono, obispo- comienza a apegarse al dinero”, se ata a la raíz de todos los males, reitera el Papa refiriéndose a la primera lectura de hoy, en la que Pablo recuerda, precisamente, que la codicia del dinero es la raíz de todos los males (1 Tm 6, 2c-12). “El diablo entra por los bolsillos”, decían “las ancianas de mi tiempo”, señala el Papa, como en otras ocasiones.
En su homilía, el Papa subraya que no sólo los obispos, sino también los sacerdotes y los diáconos están llamados a estar cercanos. Hay cuatro “cercanías” que el Papa indica. En primer lugar, el obispo “es un hombre de cercanía a Dios”. El Papa recuerda que cuando los apóstoles “inventaron” los diáconos para servir mejor a las viudas y a los huérfanos, para explicarlo Pedro afirma que “a nosotros”, es decir, a los apóstoles, corresponde “la oración y el anuncio la Palabra”. “La primera tarea de un obispo es, por tanto, orar: “da la fuerza”, explica, y también despierta “la conciencia de este don, que no debemos descuidar, que es el ministerio”.
La segunda cercanía es aquella a sus sacerdotes y diáconos, sus colaboradores, que son los más cercanos. “Primero debes amar a tu prójimo más cercano, que son tus sacerdotes y diáconos”.
Es triste cuando un obispo se olvida de sus sacerdotes. Es triste escuchar quejas de sacerdotes que te dicen: “Llamé al obispo, necesito una cita para decir algo, y la secretaria me dijo que todo está lleno hasta los tres meses…”. Un obispo que siente esta cercanía a los sacerdotes, si ve que un sacerdote lo ha llamado hoy, a lo sumo mañana debería volver a llamarlo, porque tiene derecho a saber, a saber que tiene un padre. Cercanía a los sacerdotes. Y los sacerdotes, vivan la cercanía entre ellos, no las divisiones. El diablo entra allí para dividir el presbiterio, para dividir.
Así, de hecho, advierte el Papa, comienzan los grupitos que “dividen por ideologías”, “por simpatías”. La tercera cercanía, por lo tanto, es aquella de los sacerdotes entre sí, mientras que la cuarta es aquella al pueblo de Dios:
En la segunda carta, Pablo comienza diciéndole a Timoteo que no se olvide de su madre y de su abuela, es decir, que no olvide de dónde viene, de dónde le sacó el Señor. ¡No te olvides de tu gente, no te olvides de tus raíces! Y ahora, como obispo y como sacerdote, debe estar siempre cerca del pueblo de Dios. Cuando un obispo rompe con el pueblo de Dios termina en un ambiente de ideologías que no tiene nada que ver con el ministerio: no es un ministro, no es un siervo. Ha olvidado el don – gratuito – que le fue dado.
En conclusión, el Papa resume y vuelve a pedir que no se olviden de estas “cuatro cercanías”, incluida aquella del colegio episcopal y presbiterial: la cercanía a Dios, la oración; la cercanía a los sacerdotes por parte del obispo y de los sacerdotes con el obispo; la cercanía de los sacerdotes entre sí y de los obispos entre sí y la cercanía al pueblo de Dios. Al cual, exhorta encarecidamente a orar para que los obispos y sacerdotes tengan esta cercanía, “por sus guías”: “aquellos que los conducen por el camino de la salvación”.
¿Ustedes rezan por sus sacerdotes, por el párroco, por el vice párroco, o simplemente lo critican? Debemos rezar por los sacerdotes y los obispos, para que todos nosotros -el Papa es un obispo – sepamos custodiar el don, no descuidar este don que se nos ha dado, con esta cercanía.
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