“Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos hallarán misericordia” (Mt 5, 7). Meditando sobre estas palabras del Evangelio según San Mateo, Francisco en la Audiencia General desde la Biblioteca del Palacio Apostólico, recuerda la fundamental coincidencia indicada en la quinta Bienaventuranza: Los que ejercen la misericordia encontrarán misericordia, serán “misericordiosos”.
Al recibir el perdón de Dios, “nosotros a su vez nos volvemos capaces de perdonar. “Así, la propia miseria y la falta de justicia – observa el Papa – se convierten en una oportunidad para abrirse al dios-rey del cielo, en una medida mayor, la medida de Dios, que es la misericordia”.
La misericordia no es una dimensión entre otras, sino que es el centro de la vida cristiana: no hay cristianismo sin misericordia. Si todo nuestro cristianismo no nos lleva a la misericordia, hemos tomado el camino equivocado, porque la misericordia es la única meta verdadera de todo camino espiritual. Es uno de los más bellos frutos de la caridad.
“Recuerdo que este tema fue elegido desde el primer Ángelus que tuve que decir como Papa: la misericordia. Y esto ha quedado muy grabado en mí, como un mensaje que como Papa debería haber dado siempre, un mensaje que debe ser cotidiano: la misericordia. Recuerdo que ese día también tuve la actitud algo “desvergonzada” de anunciar un libro sobre la misericordia, recién publicado por el Cardenal Kasper. Y ese día sentí con tanta fuerza que este es el mensaje que debo dar, como Obispo de Roma: misericordia, misericordia, por favor, perdón”.
La misericordia es el aire para respirar…
“La misericordia de Dios es nuestra liberación y nuestra felicidad. Vivimos de la misericordia y no podemos permitirnos estar sin misericordia: es el aire para respirar. Somos demasiado pobres para poner condiciones, necesitamos perdonar, porque necesitamos ser perdonados.
El de la reciprocidad del perdón es un tema recurrente, no sólo presente en la Quinta Bienaventuranza: “la misericordia – subraya el Papa – es el corazón mismo de Dios”. Estas palabras de
Francisco van acompañadas inmediatamente de las tomadas del Evangelio de Lucas: “No juzguéis y no seréis juzgados; no condenéis y no seréis condenados; perdonad y seréis perdonados”. “La misericordia – también leemos en la Carta de Santiago – siempre ha prevalecido sobre el juicio”. Pero es sobre todo en el Padre Nuestro, recuerda Francisco, donde rezamos: “Perdona nuestras ofensas como nosotros perdonamos a los que nos ofenden”.
Hay dos cosas que no se pueden separar: el perdón dado y el perdón recibido. Pero mucha gente está en problemas, no pueden perdonar. Tantas veces el mal recibido es tan grande que ser capaz de perdonar parece como escalar una montaña altísima: un esfuerzo enorme; y uno piensa: no puedes, esto no puedes. Este hecho de la reciprocidad de la misericordia indica que necesitamos invertir la perspectiva. Solos no podemos, necesitamos la gracia de Dios, debemos pedirla. De hecho, ¡si la Quinta Bienaventuranza promete encontrar misericordia y en el Padre Nuestro pedimos el perdón de las deudas, significa que somos esencialmente deudores y necesitamos encontrar misericordia!
La necesidad de encontrar misericordia, explica el Papa, no debe separarse de la capacidad de perdonar: perdonando uno es perdonado. Todos somos deudores. Todos nosotros. A Dios, que es tan generoso, y a nuestros hermanos. Toda persona sabe que no es el padre o la madre que debería ser, el esposo o esposa, el hermano o la hermana que debería ser. Todos estamos “en déficit” en la vida. Y necesitamos misericordia. Sabemos que hemos hecho mal, también, y siempre falta algo del bien que hubiéramos hecho. ¡Pero esta misma pobreza nuestra se convierte en la fuerza para perdonar! Estamos endeudados, y si, como hemos oído al principio, nos medimos con la medida con la que medimos a los demás (cf. Lc 6,38), entonces es mejor que ampliemos la medida y perdonemos, que perdonemos. Cada uno debe recordar que necesita el perdón, que necesita el perdón, que necesita la paciencia; este es el secreto de la misericordia: perdonando se es perdonado.
Después de la catequesis, el Papa recordó que el próximo viernes y sábado habrá la iniciativa “24 horas para el Señor”, una cita importante “para la Cuaresma para la oración y para el sacramento de la reconciliación”. “Lamentablemente, en Roma, Italia y otros países esta iniciativa no podrá llevarse a cabo en las formas habituales debido a la emergencia del coronavirus”.
Luego relanzó el llamamiento de los obispos italianos que en esta emergencia sanitaria promovieron un momento de oración por todo el país: “Todas las familias, todos los fieles, todas las comunidades religiosas: todos unidos espiritualmente mañana a las 21 horas en el rezo del Rosario, con los Misterios de la Luz. El Papa les acompañará desde el Vaticano.
Pedimos que María -concluyó el Santo Padre recordando la intención de esta mañana en Santa Marta- “proteja a nuestra familia, a nuestras familias, de manera especial a los enfermos y a las personas que cuidan de los enfermos: los médicos, enfermeras, voluntarios, que arriesgan sus vidas en este servicio”.
Fuente: www.vaticannews.va
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