Una ética basada en una visión del bien común: es la propuesta del Papa a los participantes en el encuentro promovido por el Pontificio Consejo para la Cultura y el Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral, sobre “El Bien Común en la Era Digital”.
Griselda Mutual – Ciudad del Vaticano
“Mientras una sola persona sea víctima de un sistema, por muy evolucionado y eficiente que sea, que no logre valorizar la dignidad intrínseca y la contribución de cada persona, su trabajo no estará terminado”: con estas palabras el Papa Francisco alentó hoy el trabajo de los participantes en el encuentro sobre “El bien común en la era digital”, reunidos con el objetivo principal de “alcanzar criterios y parámetros éticos de base que puedan orientar sobre cómo responder a los problemas éticos planteados por el uso generalizado de las tecnologías”.
Para desarrollar su discurso el Papa recordó el paralelismo sobre el tema trazado en su Encíclica Laudato Si’, que señala que “el beneficio indiscutible que la humanidad puede obtener del progreso tecnológico dependerá de la medida en que las nuevas posibilidades a disposición, sean usadas en modo ético”. Y señaló que el riesgo en caso contrario, es el “paradigma tecnocrático”, “dominante” por otra parte hoy en día, “que promete un progreso incontrolado e ilimitado”, y que podría limitar “otros factores de desarrollo”, con “enormes peligros para toda la humanidad”.
“El bien común es un bien al que aspiran todas las personas, y no existe un sistema ético digno de ese nombre que no contemple ese bien como uno de sus puntos de referencia esenciales”: antes de realizar esta afirmación, el Santo Padre elogió que los participantes no hubieran tenido miedo de rechazar “los principios morales tanto teóricos como prácticos” y que “los desafíos éticos examinados se hayan enfrentado precisamente en el contexto del concepto de bien común”. Esto porque según Francisco los nuevos problemas a los que se enfrenta la humanidad requieren nuevas soluciones y por ese motivo “el respeto de los principios y de la tradición”, “debe vivirse siempre en forma de fidelidad creativa y no de imitaciones rígidas o de reduccionismo obsoleto”.
“Los problemas que se les ha pedido que analicen conciernen a toda la humanidad y requieren soluciones que pueden extenderse a toda la humanidad”, cercioró pues el Papa. A ejemplo de esto señaló “la robótica en el mundo laboral”, que si bien por un lado podría poner fin a algunos de los trabajos “fatigosos, peligrosos y repetitivos”, que a menudo “causan sufrimiento, aburrimiento y embrutecimiento”, por el otro podría convertirse en una herramienta meramente de eficiencia, utilizada “sólo para aumentar los beneficios”, privando a miles personas de su trabajo y por lo tanto, “poniendo en peligro su dignidad”.
Un segundo ejemplo reflexionado por el Santo Padre estuvo relacionado con el uso de la inteligencia artificial, sus ventajas y riesgos en los debates sobre las grandes cuestiones sociales:
“Por una parte, – dijo – se podrá favorecer un acceso mayor a las informaciones atendibles y por lo tanto garantizar el afirmarse de análisis correctas; por la otra será posible, hoy como nunca antes, hacer circular opiniones tendenciosas y datos falsos, ‘envenenar’ los debates públicos e incluso manipular las opiniones de millones de personas, hasta el punto de poner en peligro las mismas instituciones que garantizan la convivencia civil pacífica”.
Resulta evidente, pues, la propuesta del Papa transmitida a los participantes en el encuentro durante todo el curso de su discurso: abordar los temas con una ética basada en una visión del bien común.
“Si los progresos tecnológicos fuesen causa de desigualdades cada vez mayores, no podríamos considerarlos como verdaderos progresos. El así llamado progreso tecnológico de la humanidad, si se convirtiera en enemigo del bien común, conduciría a una desafortunada regresión, a una forma de barbarie dictada por la ley del más fuerte. Por lo tanto, queridos amigos, les agradezco su trabajo en un esfuerzo de civilización, que también se medirá por el objetivo de reducir las desigualdades económicas, educativas, tecnológicas, sociales y culturales”.
Un mundo mejor es posible gracias al progreso tecnológico – reiteró concluyendo el discurso- si va acompañado de una ética basada en una visión del bien común, una ética de la libertad, la responsabilidad y la fraternidad, capaz de favorecer el pleno desarrollo de las personas en relación con los demás y con la creación.
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