En Roma, en el cementerio de Priscila, en la vía Salaria Nueva, sepultura de san Marcelo I, papa, que, como recuerda el papa san Dámaso, fue un verdadero pastor, por lo que sufrió mucho, siendo expulsado de su patria y muriendo en el destierro por haber sido denunciado falsamente ante el tirano por algunos que despreciaban la penitencia que les había impuesto.
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(Fuente es.catholic.net) El papa san Marcelo I (308-309), fue elegido después de cuatro años de la muerte del papa san Marcelino debido a la persecución del emperador Diocleciano (303 al 305).
Le tocó hacerle frente a la crisis dejada entre los cristianos por dicha persecución y que por miedo al martirio habían apostatado de su fe o simplemente abandonado las prácticas religiosas, pero ahora querían regresar a la Iglesia. Decretó que aquellos que deseaban volver a la Iglesia tenían que hacer penitencia por haber renegado de la fe durante la persecución.
Los que estaban en contra de esta decisión consiguieron que el emperador Majencio lo desterrara.
Según el “Libro Pontifical”, el Papa Marcelo se hospedó en la casa de una laica muy piadosa de nombre Marcela, y desde ahí, siguió dirigiendo a los cristianos. Al enterarse el Emperador, obligó al Pontífice a relalizar trabajos forzosos en las caballerías y pesebres imperiales que fueron trasladados a esa zona.
Murió en el exilio el 16 de enero de 309. Su cuerpo fue devuelto a Roma y sepultado en el cementerio de Priscila.
Durante su pontificado se dedicó a volver a edificar los templos destruidos en la persecución. Dividió Roma en veinticinco sectores con un presbítero o párroco al frente de cada uno de ellos. Su carácter enérgico, aunque moderado, llevo a que ordenase que ningún concilio se pudiese celebrar sin su autorización explícita.
Te suplicamos San Marcelo, que intercedas por nosotros ante Dios omnipotente, que todo lo puede, para que nuestra fe sea cada vez más grande y fuerte en cada una de las pruebas de nuestra vida y podamos dar testimonio de ella con rectitud y verdad, como tu lo hiciste.
Amando a nuestro prójimo en las dificultades, amando la vida en los problemas, sabiendo que allí, en esos momentos, podemos dar lo mejor y así santificarnos y santificar.
Que Dios nos de la gracia de permanecer siempre fieles, aún si tenemos que llegar a dar la vida por nuestro Señor Jesucristo. Amén.
San Marcelo, ruega por nosotros!
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